Opinión | PENSAMIENTO PERIFÉRICO

Tras el 'sí' de ERC ¿qué?

Los votos favorables al acuerdo con el PSC no han superado el 54 por ciento frente al 44,8 en contra

El líder del PSC, Salvador Illa, durante el último pleno del Parlament.

El líder del PSC, Salvador Illa, durante el último pleno del Parlament. / ZOWY VOETEN

El PSC y ERC han llegado a un preacuerdo articulado en torno a cuatro ejes -la resolución del conflicto político, un nuevo modelo de financiación, el reconocimiento de Cataluña como una nación con lengua propia y voluntad de proyectarse al mundo y las políticas públicas- que va a permitir la investidura de Salvador Illa como presidente de la Generalitat. Este acuerdo fue avalado a principios de semana por la dirección de la formación republicana y finalmente la militancia del partido, a través de una consulta a la que se comprometieron sus dirigentes y que se ha celebrado a lo largo de este viernes con una participación superior al 77 por ciento, ha dado su beneplácito aunque sea por la mínima, ya que los votos favorables no han superado el 54 por ciento frente al 44,8 en contra.

La división interna en ERC es muy notable, con grupos opositores movilizados por el 'no' al acuerdo, circunstancia que ayuda a explicar porque Oriol Junqueras, quien aspira a ser nuevamente presidente del partido, se haya limitado a expresar su respeto por el acuerdo pero haya evitado posicionarse a favor o en contra del mismo. A pesar de todo el primer obstáculo interno está sorteado pero el desenlace todavía no está escrito a la espera de que las juventudes de ERC, críticas con el acuerdo, decidan este fin de semana en un consejo nacional extraordinario y al margen de la decisión de las bases, el sentido del voto de su diputada, Mar Besses, que es de quien ahora depende que Illa sea investido, ya que su voto es el que permite al bloque de izquierdas tener la mayoría absoluta en el Parlament de Cataluña, una vez que los Comuns también hayan dado el visto bueno al acuerdo con el PSC. No obstante, parece poco probable que se produzca una ruptura de la disciplina de voto y que las juventudes, a estas alturas, puedan hacer descarrilar la investidura.

Una vez Salvador Illa haya reunido los votos necesarios y, por tanto, existiendo un candidato a presidente de la Generalitat viable, el presidente del Parlament, Josep Rull, no debería demorar la convocatoria del pleno de investidura y mucho menos condicionar la fecha a las veleidades de Carles Puigdemont, el otro candidato con aspiraciones pero sin apoyos. Una hipótesis que no es descartable dada la tendencia de Junts per Catalunya a instrumentalizar las instituciones y más si se tiene en cuenta que el expresidente se ha comprometido a volver a Cataluña para el debate de investidura. La orden de encarcelamiento que pesa sobre él amenaza con restar protagonismo a Salvador Illa en su investidura, pero difícilmente el regreso de Puigdemont evitará que en pocos días se abra una nueva etapa en Cataluña con un socialista al frente del gobierno por mucha presión que desde Junts y la ANC se traslade al independentismo.

A partir de entonces el reto del nuevo presidente será poner en marcha un gobierno capaz de superar más de una década de procés y muchos años de parálisis y esmerarse por dar cumplimiento a los términos del acuerdo alcanzado, aunque algunos de los puntos, en espacial el más polémico, la financiación singular, no solo van a depender de él, de sus socios parlamentarios y de un PSOE muy dividido al respecto, sino también de la propia Junts per Catalunya que atraviesa sus horas bajas, desalojada del poder y con la carpeta judicial de Puigdemont -y algunos otros dirigentes y cuadros- todavía por resolver. Así aunque nada de lo que haga Junts vaya a impedir a Illa ser investido y pueda gobernar sí que puede condicionar el cumplimiento los aspectos del acuerdo que han de pasar por el Congreso y con ello la propia continuidad del gobierno central.