LA ENTREVISTA

Cándido Méndez: "Me temo que pueden percibirme como el abuelo Cebolleta del sindicalismo"

El ex secretario general de UGT contempla con preocupación que la fascinación por lo digital puede provocar que la tecnología se asiente como eje de la centralidad de la vida de los ciudadanos

Cándido Méndez, ex secretario de la Union General de Trabajadores, en Madrid.

Cándido Méndez, ex secretario de la Union General de Trabajadores, en Madrid. / Alba Vigaray

Ha escrito Por una nueva conciencia social, en recuerdo de su padre y los valores que le inculcó, y que quiere transmitir a sus nietos. Conciliador -tiene callo negociador-, se siente retratado con cuatro aficiones que le planteo: senderismo, películas en blanco y negro, pegar la hebra con todo el mundo y buen diente.

Por una nueva conciencia social. ¿La anterior ya no nos vale?

Claro que nos vale. Yo creo que la nueva conciencia social tiene que estar asentada sobre la conciencia que yo he defendido. Estoy afiliado a dos organizaciones cuyos líderes, allá a finales del siglo XIX, principios del XX, las definían como de obreros conscientes. El libro bebe de eso, de esa conciencia, de esos obreros conscientes que defendían la dignidad del trabajo.

Elegido secretario general de UGT en el 94 y reelegido en el 95, 98, 2002, 2003, 2009 y 2013. ¿No podían vivir sin usted?

Bueno, yo creo que yo no podía vivir sin ello. Pero esta es una organización democrática y hay que pasar por las horcas caudinas de la votación. No es como el papado, que te eligen una vez y hasta que te mueres puedes seguir.

Pero tuvo un pontificado muy largo.

Estuve casi 22 años. Pero no se entiende sin que lo acote con dos fechas: entré con 42 y me fui con 64.

¿Es el abuelo Cebolleta del sindicalismo patrio?

Me temo que a veces lo pueden percibir así. Pero lo que intento en el libro, en base a mi experiencia, es mirar hacia el futuro. Mi vocación no es quedar atrapado por la nostalgia del pasado, sino intentar proyectar mis experiencias hacia el futuro, en relación con la inteligencia artificial, la digitalización, las plataformas digitales, los nuevos retos del trabajo y del sindicalismo, porque estoy pensando más en mis tres nietas, mi nieto y otra nieta que viene de camino, e intento hablar de cosas que probablemente yo ya no las vea, aunque yo quisiera verlas.

¿Han cambiado las metas de los trabajadores? ¿Ahora se aguanta más porque el empleo es más precario y encima hay miedo a perderlo?

Las metas de los trabajadores no han cambiado. Siguen siendo tener un empleo que proporcione un buen salario y que genere derechos sociales, que no tenga incertidumbre en caso de enfermedad, de paro o cuando llega el momento de la jubilación. Pero antes el trabajador estaba muy vinculado con la empresa, porque las empresas apostaban por una mayor estabilidad en el empleo, y por la liberalización de la economía, por el hecho de haber pasado de una economía industrial a una de servicios, se ha ido debilitando ese vínculo. Ahora hay muchas empresas donde el empresario es invisible, y se produce un desapego. Y he percibido cómo ha habido un cambio de mentalidad en los jóvenes, en el sentido de darle menos importancia a la estabilidad en el empleo y darle más a tener un buen salario, y, sobre todo, a tener tiempo de ocio o de realizarse personalmente.

Hablando de similitudes entre padres e hijos, como es su caso, cita el refrán: La manzana nunca cae muy lejos del árbol. No lo dirá por los Nicolás Redondo.

Sí, y en ese caso lo puedo decir con conocimiento de causa, porque tuve el honor de sustituir al padre, tengo muy buena relación con el hijo, y te puedo asegurar que ese refrán es perfectamente aplicable. Y en este caso son tres generaciones, porque viene desde el abuelo. La ligazón ideológica, la preservación de los valores que defendieron su padre y su abuelo a mi juicio se mantienen intactos en Nicolás Redondo Terreros. Hay veces en que las vicisitudes de la vida te llevan a tomar decisiones en el plano personal con respecto a un partido político, pero eso no significa que renuncies. Incluso puede ser una reafirmación de los valores.

¿El sindicalismo se pasa con la edad? Fíjese en José María Fidalgo. De CCOO al PP, pasando por UPyD. ¿Diría que les salió rana a los trabajadores?

Yo tengo buena relación con los secretarios generales de Comisiones debido a mi larga etapa. He tenido que trabajar con Antonio Gutiérrez, con José María Fidalgo y con Fernández Toxo. A los tres les respeto. José María experimentó digamos una evolución en su pensamiento que hizo que en un momento su posición en Comisiones Obreras ya no era mayoritaria. Hubo un congreso con dos candidaturas que fue cuando ganó Toxo.

Es usted muy fino, con lo de la evolución en su pensamiento.

A mí es que no me gusta utilizar palabras rotundas, porque la rotundidad en el fondo no existe, y las contradicciones un mes después pueden ser… No hay más que ver al presidente del Gobierno. Prefiero ser un poquito más preciso en la utilización de determinadas expresiones, porque la vida me ha enseñado que una palabra mal utilizada provoca una herida que es mucho más grave y más profunda que discrepancia ideológica de fondo. Intento ser cuidadoso, salvo cuando me cabreo.

¿La parejita que hacía con Fernández Toxo es comparable a la actual de Pepe Álvarez-Unai Sordo?

Pues yo creo que sí, porque lo que hacíamos Ignacio y yo era simbolizar la unidad de acción, que es un invento en origen de los sindicatos italianos. Somos dos, pero como tenemos un 90 por ciento de coincidencia en los objetivos vamos a intentar trabajar como uno. Y ahora les pasa igual a Álvarez y a Sordo.

El ex secretario general de UGT, Cándido Méndez, en Madrid.

El ex secretario general de UGT, Cándido Méndez, en Madrid. / Alba Vigaray

En su época se montaron huelgas generales con el Gobierno socialista en el 85, 88, 92 y 94. Ahora las aguas están más calmadas.

Lo importante es influir. Las huelgas son el último recurso. Una de las aspiraciones que yo mantuve a lo largo de mi dilatado mandato fue que se equiparara el salario mínimo interprofesional al salario medio, de acuerdo con la Carta Social Europea. Eso ya es una realidad, está ahí. Se han mantenido las pensiones, está la reforma laboral. En la etapa de Nicolás, después de la huelga general del 14D, se instaura mediante la negociación con las organizaciones sindicales las prestaciones no contributivas. Y en mi etapa negociamos, con el Gobierno de Zapatero, dos leyes a mi juicio muy importantes: la de Dependencia y la primera Ley de Igualdad en el ámbito laboral. Por lo tanto, las huelgas son cuando no tienes otro camino. Pero si lo tienes…

Siempre hizo gala de no tener carisma. ¿Cuánto había de coquetería en ello?

Ninguna. Yo no decía que no tuviera carisma, sino que era un tipo corriente, que es una cosa distinta [ríe]. Lo del carisma creo que es una cuestión que te otorgan, no te la puedes autootorgar.

Pensiones, temporalidad, precariedad. ¿Qué temas le preocupan más?

Lo que más me preocupa ahora, e intento resaltar en el libro, es que se está produciendo una deriva en la cual la fascinación por lo digital, que ha cambiado nuestra vida, puede provocar que la tecnología se asiente como eje de la centralidad de la vida de los ciudadanos. Y para mí la centralidad tiene que estar en el trabajo. Al final, no todo podemos ser multimillonarios. La inmensa mayoría de la población tiene que vivir de su trabajo. Por tanto, la centralidad tiene que ser cómo preservamos el trabajo en equilibrio en relación con la transformación verde y la digitalización. Soy de los que creo que hay que definir un triángulo virtuoso: descarbonización, neutralidad climática; digitalización, para evitar el fenómeno no de reducción de empleo, ojo, porque no se está produciendo, sino de precarización del mismo y de deterioro de los salarios, y los derechos en el trabajo.

¿Cuál ha sido su ministro o ministra de Trabajo favorito o favorita?

Pues la verdad es que no he tenido ninguno. Me quedaría con una parte de todos. He tenido buenas relaciones con ministros socialistas en el plano personal, pero también he tenido buenas relaciones con los ministros de Trabajo del Partido Popular. Con Fátima Báñez, la última con la que tuve interlocución, mantengo una relación excelente. Creo que ambos aprendimos que hay cuestiones que no son tan sencillas. Y eso que en su etapa convocamos dos huelgas generales en un solo año. Pero después fuimos capaces de recomponer el diálogo.

De pequeño, cuando se portaba mal le amenazaban con llamar a los municipales. ¿Ahora cuando es malo a quién teme?

Yo soy de la generación que temía a los municipales [risas], a los que amenazaba con llamar mi abuela Nicasia, que se ponía un pañolón negro, cuando me portaba mal. Ahora, desgraciadamente, el miedo de un niño sería que le quiten el móvil. En general, yo creo que lo que hay ahora es miedo al futuro. Y cuando eres malo depende del porcentaje de desvergüenza que lo acompañe, porque puede que entonces no tengas miedo al futuro.