HISTORIA

Fresno de Torote, el pueblo fantasma de Madrid: cientos de coches lo cruzan a diario pero no pueden aparcar dentro

Fundado por el Marqués de Santillana en el siglo XV para sus trabajadores, Fresno de Torote ha sido propiedad de la aristocracia y ahora la mayoría de las casas están en semiruina

Vista de la plaza de Fresno de Torote, muy cerca de Daganza de Arriba.

Vista de la plaza de Fresno de Torote, muy cerca de Daganza de Arriba. / ALBA VIGARAY

Roberto Bécares

Roberto Bécares

A Ignacia se le ilumina la cara cuando recuerda el bullicio de las calles, más bien de la única que había, cuando aprendió a leer y a escribir y "a hacer ganchillo" en la escuela del pueblo, a aquellas tardes lavando ropa en el río Torote, al grupo de teatro al que pertenecía y con el que se iba de gira por las localidades cercanas (Azuqueca, Camarma...), a las fiestas de mayo cuando "tocaban el organillo" y a la cantina de Angelines, que lo mismo servía de posada, que de tienda, que de bar. 

"Éramos muchos, y todas las casas eran de la finca", recuerda Ignacia, que tiene 82 años, pero una memoria privilegiada que la hace enumerar sin dudar los nombres de todas las mujeres del pueblo mientras las señala en una fotografía que se les tomó en blanco y negro durante la posguerra. "Hay 20 mujeres, y todas tenían cinco o seis hijos por lo menos; nosotros éramos diez. Mira, esta es la tía Eugenia, esta la tía Montejana. No eran familia, pero éramos todo muy cercanos, por eso las llamábamos tías". 

La finca de la que habla es Fresno de Torote, un pueblo a 14 kilómetros de Alcalá de Henares propiedad entonces de los marqueses del Amenara, pero que había sido fundado mucho antes, en el siglo XV, por el marqués de Santillana, que lo creó para que vivieran allí los ganadores y labriegos de sus tierras, principalmente de cereal.

Imagen de la entrada a Fresno de Torote.

Imagen de la entrada a Fresno de Torote. / ALBA VIGARAY

Propiedad privada

Durante siglos vinculado a la clase noble española -fue señorío de la Princesa de Éboli-, en Fresno Ignacia fue una de las decenas de niños y niñas que se criaron en el que seguramente sea el único pueblo de propiedad privada de todo Madrid

"Había hasta cuatro guardeses del pueblo, y mi padre era el mayoral de las ovejas. Había dos", rememora Ignacia en su casa de la localidad de al lado, Sarracines -a tres kilómetros-, donde vive desde que se marchó de Fresno con su familia cuando tenía 15 años. Fue de las primeras familias en marcharse en una diáspora que mantuvo hasta finales de siglo pasado, cuando el pueblo quedó deshabitado.

Ya no queda nada de aquella algarabía, ni de la tienda de Angelines, ni de las mujeres lavando en el río. Muchas de las 45 casas están derruidas ya, y de los más de cien habitantes que había -incluso un cura vivía en la pedanía- ya solo queda un guarda y su mujer, que viven en una de las pocas viviendas que sí se mantienen en pie. 

La calle principal de Fresno de Torote.

La calle principal de Fresno de Torote. / ALBA VIGARAY

Vigilan que nadie entre al pueblo a hacer el gamberro, ni a llevarse recuerdos. "Propiedad privada. Prohibido estacionar, fotografiar o grabar en todo el casco urbano", dice un cartel en la pared de una vivienda de la Plaza Mayor. "Yo no quiero discutir con nadie. Si veo algo raro, llamo a la Guardia Civil", cuenta el guardés, al que pillamos en plena faena con una carretilla. El municipio ha sido ya víctima de saqueadores. En enero de 2012, por ejemplo, tres personas fueron sorprendidas por la Guardia Civil cuando trataban de apoderarse de ventanas de aluminio, tuberías de cobre y plomo, y una reja de hierro.

Una de las construcciones que mejor se conservan es la iglesia parroquial de San Esteban, de estilo mudéjar, construida entre el siglo XVI y XVII, y que ya se alza imponente cuando uno empieza a atisbar el pueblo entre campos de cereal cuando cruza Daganzo de Arriba por la M-113. La carretera atraviesa también Fresno, que parece un decorado de película abandonado. En una de las calles, hay varios contenedores de residuos e incluso se mantiene una parada de autobús. 

Coto de caza

El pueblo, pegado a Guadalajara, está situado en un auténtico vergel dentro de una zona de especial conservación de las cuencas de los ríos Jarama y Henares y ZEPA (Zona Especial de Protección de Aves). Durante décadas sus cotos privados de caza por nobles, incluso por Juan de Borbón, el padre del rey emérito Juan Carlos I.

"A Fabiola de Bélgica la conocí en Fresno yo cuando era pequeñita", recuerda Ignacia en el patio de su casa de Sarracines, villa adscrita a Fresno en el siglo XIX, pero que ahora es la cabecera municipal. De hecho, desde finales de los 80 el Ayuntamiento de Fresno de Torote está en Serracines, que tiene censados 2.051 habitantes. 

"La marquesa era muy buena. Por Navidad a las mujeres les regalaba un velo, a otras un camisón, y a las pequeñas un cuaderno de Mariquita Pérez. A las mozas les regalaba unas enaguas y a los hombres unos calcetines gordos", rememora Ignacia, que recuerda aquello como si fuera ayer. "Mucha gente venía al pueblo, los de Camarma, por ejemplo, venían de vez cuando al río en borrica y se hacían un arroz", cuenta la mujer.

Prespectiva de Fresno de Torote.

Prespectiva de Fresno de Torote. / ALBA VIGARAY

En la actualidad el Ayuntamiento de Fresno de Torote tiene abierto un expediente de sanción contra la propiedad gestora del municipio, dos empresas de los descendientes de la marquesa de Almenara, por el estado de los inmuebles. "Hay expedientes abiertos porque se cayó un edificio. Se está hablando con los propietarios para recuperar el pueblo, pero nosotros no podemos hacer nada, ni autorizar nada", aprecia Ana Arranza, teniente de alcalde de Sarracines, que lamenta que el pueblo "sea muy bonito", pero se esté dejando a perder. "No podemos hacer nada más".

"Es que es una pena como está", es uno de los comentarios más repetidos entre los vecinos de Sarracines, localidad a la que marcharon la mayoría de hijos y nietos de los antiguos habitantes de Fresno de Torote, a la que vienen durante el día agricultores a labrar las tierras de olivar, cereal y viñas o al antiguo palacete, a las afueras, que se alquila para celebraciones. "Mi padre fue pastor allí", cuenta otro vecino de Sarracines, que asegura que la localidad era una gran generadora de empleo, ya que había "tractoristas, vaqueros, caballistas...".

El año 2000 el pueblo salió en los medios de comunicación después de que durante unas obras para reconstruir la iglesia apareciera un ataúd que contenía los restos de Juan Hurtado de Mendoza y Luján, nieto del marqués de Santillana y segundo señor de Fresno de Torote.

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