CASTILLA Y LEÓN

La gacería, el sorprendente dialecto que se sigue hablando en un pueblo de Segovia siglos después

Vecinos de Cantalejo usan una jerga centenaria creada por los fabricantes de trillo para que no les entendieran cuando salían a vender por España

El pueblo de Segovia que habla su propio dialecto

Roberto Bécares

Roberto Bécares

Aterva briquero, que siertería. Cómo está la siona atervando las chiflas”. Ana María Sanz, jubilada, está dale que te dale al martillo para colocar las pequeñas chinas en el trillo mientras su marido le mira atento. Le viene a decir que qué bien está la chica colocando las piedras. Ella es segoviana, de Cantalejo, pero no le habla en castellano, como sería lo normal, sino en gacería, el dialecto que aprendió de chica y que es patrimonio exclusivo de este pueblo.

Formada por cerca de 500 palabras, es la jerga que desde hace siglos usan los fabricantes y comerciantes de trillo de Cantalejo “para que no nos entendieran” cuando íbamos fuera, aprecia Ana María sobre el dialecto, que utilizaban cientos de familias del municipio cuando se hacían la ruta por las España para vender su producto, que siempre tuvo muy buena fama.

“Yo empecé a hablar la gacería desde que era chiquitita, cuando íbamos por las posadas”, recuerda la mujer en el Museo del trillo, donde se conservan los aperos de labranza y numerosas fotografías de la época. En muchas de ellas se ve a los briqueros (nacidos en Cantalejo) elaborando los trillos en una faena que se hacía tanto en talleres como en las calles. “Se juntaban los amigos y todo el mundo entre escoplear, que era hacer los agujeros en la madera, y empedrar, lo hablaba”, rememora sobre esas jornadas donde se mantenían conversaciones íntegras en una lengua que nació alrededor del siglo XIII absorbiendo otros dialectos de la península.   

Otros dialectos

“Cuando nuestros antepasados recorrían toda España, e iban por Galicia, País Vasco, Extremadura..., escuchaban diferentes dialectos, palabras que no entendían, así que se trajeron muchas de esas palabras que en los talleres luego se fueron unificando, formando frases, y así nació la gacería”, relata Ana Rosa Zamarro, alcaldesa de Cantalejo y una de las mayores defensoras de esta lengua propia.

Una de las tarjetas del 'memory' que se usa para enseñar palabras en gacería.

Una de las tarjetas del 'memory' que se usa para enseñar palabras en gacería. / EPE

“Lo usaban para advertirse los unos a los otros durante los tratos de venta de trillos o ganado. Se advertían, por ejemplo, de que igual el cliente le estaba bajando el precio del producto cuando en verdad era bueno, y le decían que no se dejase llevar a su terreno”, añade la alcaldesa, que afirma que no se sabe la fecha exacta del nacimiento de la jerga, pero “su boom fue hace cien años”. 

Traducción de 'El principito'

Desde que entró al Consistorio el año pasado Ana Rosa se ha marcado como uno de sus objetivos el potenciar este acervo lingüístico propio, como había hecho ella a título individual los últimos años, ya que tiene dos libros escritos en gacería, uno de ellos una traducción de ‘El Principito’ (‘El pitoche engrullón’) publicada en 2022 con bastante éxito. “Cuando me llamó el editor para encargarme la traducción no me lo creía, fue como un reglado de Navidad, porque siempre he dicho y lo mantengo, que hay que mantener viva la gacería, no quiero que se olvide”, aprecia la alcaldesa, que ya tenía pequeños escritos en el dialecto y que volvió a visitar sus recuerdos de infancia al escribirlo, reviviendo las conversaciones con sus abuelos: “Fue muy emotivo, un sueño hecho realidad”. 

Un podcast

En el Ayuntamiento han creado un podcast donde la gente recuerda palabras y frases, y también hay un intercambio fluido con el Colegio público del municipio, que fuera del horario lectivo, principalmente en los recreos y a través de juegos, tratan de fomentar “esta seña de identidad clave; aunque somos un colegio comarcal, tratamos de que no se pierdan las costumbres del municipio”, señala Manuel Rodríguez San Bruno, el director del colegio, en la preciosa biblioteca de la primera planta, donde tiene desplegado en una mesa un memory con tarjetas que tienen dibujos y los alumnos tienen que encontrar su nombre en gecería, como conejo, que es “correndeiro”.

“El currículum de primaria deja abierto un resquicio para las tradiciones populares, y normalmente las actividades las hacemos en los recreos y de forma voluntaria”, prosigue el director, que señala que también tienen juegos electrónicos para enseñar la gacería, además de libros -se recopilan y encuadernan las redacciones en gacería- y un diccionario, sobre todo para el profesorado nuevo, que como pueblo castellano que es tiene mucha movilidad de profesores. “Ahora estamos haciendo materiales tecnológicos, para todas las edades. Hay paneles digitales y hacemos memorys para que los niños salgan a la pizarra y toquen. Les resulta muy divertido y lo aceptan de buen grado”.

Ana María Zamarro, alcaldesa de Cantalejo, es entrevistada en el museo del trillo de la localidad.

Ana María Zamarro, alcaldesa de Cantalejo, es entrevistada en el museo del trillo de la localidad. / PI ESTUDIO

Incluso al volver a casa a sus padres y abuelos les remueve por dentro que sus más pequeños hablen el dialecto que ellos hablaban. “Mis nietas saben alguna palabra, y cuando yo les digo alguna frase se reíen mucho”, apunta Ana María. “Con todo lo que se está haciendo queremos motivar a la gente para que se anime a hablar la gacería. Que no son solo palabras sueltas, sino que se pueden engarzar como hacían nuestros abuelos, aunque ahora hacer frases completas nos cuesta”.  

Muchos de los 3.546 vecinos censados en Cantalejo, sobre todo los de familias de toda la vida de aquí, chapurrean alguna palabra de la jerga, “y todos los días”, cuenta la alcaldesa, “se escucha gacería por la calle”, con palabras como engullona de villorio, que es la alcaldesa, vilache, que es pueblo, mandorro, que es burro, siertería, que es algo bueno, volandero, pájaro, o sornear, que significa dormir. “Todo los días oigo chapurrerar gacería, no hay lugar donde no se escuche. Es que los cantalejos tenemos algo. Cuando nos vemos fuera de aquí y nos reconocemos nos decimos ‘eh briquero’, y contestamos igual, y se te llena el corazón, la verdad”.