RESCATE

Álex, el español repatriado desde Tailandia, ya está en casa: "Creí que me moría, llegué a despedirme de mi familia"

"He perdido 30 kilos, estoy desnutrido y me cuesta coger a mis hijos", le cuenta a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA

El bilbaíno rescatado por el Ejército del Aire en Tailandia ha sido dado de alta del Hospital de Cruces

Álex y su mujer, junto a los niños.

Álex y su mujer, junto a los niños. / Cedida

David López Frías

David López Frías

Una de las primeras cosas que hizo Álex García Galas tras ser dado de alta del Hospital de Cruces (Baracaldo), en cuanto tuvo la oportunidad, "fue comerme un pincho de tortilla en uno de los bares de Bilbao". Un antojo que ponía el broche a una historia que mantuvo a España en vilo el pasado mes de abril. Álex confiesa que no se lo creía, que hubo momentos en los que perdió la fe.

Porque su problema de salud trascendió el ámbito médico y acabó movilizando al gobierno español, que envió hasta Tailandia a un avión medicalizado de la Unidad Médica de Aeroevacuación del Ejército del Aire (Umaer) para traerlo de vuelta a casa. El bilbaíno, que se encontraba en el país asiático de viaje de novios, sufrió una pancreatitis necrosa que casi le arrebata la vida. Y el traslado de vuelta a España se fue complicando por momentos hasta un punto que parecía misión imposible.

Dos viajes fallidos en los que se quedó a las puertas de subir a sendos aviones. En ninguno le dejaron embarcar por su delicadísimo estado de salud. Y mientras el tiempo corría en su contra, su familia agotaba todas las posibilidades para conseguir su traslado definitivo. Tras el complicado rescate, un tercer avión le abrió las puertas: un A330 del Ejército que le recogió en Bangkok y le dejó a salvo en el aeropuerto vizcaíno de Loiu.

30 kilos

"Aún me encuentro muy débil y esto va para largo", le cuenta en conversación telefónica a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA desde su domicilio en Bilbao. Acaba de ser dado de alta del Hospital de Cruces y ahora, por fin, está en casa acompañado de sus hijos y de su mujer, Usoa Martínez, tal vez la persona que más se ha movido para que este rescate agónico se acabe produciendo.

"Estar en casa ya es otro rollo. En el hospital era más difícil, porque no te mueves. Pero llegar a casa y poder estar con los míos ha sido la leche", explica, aun habituándose a su nueva realidad. El camino que le queda por delante, sin embargo, es largo y tortuoso: "Estoy desnutrido. He perdido 30 kilos. Ahora no tengo fuerzas, tengo que ganar mucha masa muscular. Ahora mismo me cuesta mucho hasta coger a los niños", señala.

Y va para largo: "Sobre los plazos de recuperación, me han dicho los médicos que igual va para 6 u 8 meses. Esto es lento, Ahora, cada día vienen los médicos a curarme. Pero la parte más dura ya pasó. Yo tampoco creí que iba a llegar este momento", reconoce. Y es que, durante su periplo de casi tres meses por hospitales tailandeses, ha experimentado momentos críticos en los que lo llegó a ver todo negro.

"Iba a morir"

"En la última semana que estuve ingresado en Tailandia, me puse a 40 de fiebre. Tenía mantas y geles de frío repartidos por todo el cuerpo, pero no bajaba la temperatura. Creí que iba a morir. Llegué a decirle a mi hermana: "La vida sigue, lo siento mucho. He decepcionado a mis hijos". Porque creía que no salía, de verdad. Y yo, que tengo un negocio familiar y he pasado mucho tiempo trabajando, me daba rabia no haber podido pasar más tiempo con mis hijos".

Todo venía de unos dolores que ya se le manifestaron en febrero en Bilbao. Pero los sanitarios que le atendieron le dijeron que era un problema de gases, que podía irse sin problema de viaje a Tailandia con su esposa. Unos días más tarde, ya en el sudeste asiático, los pinchazos se hicieron más persistentes hasta que se vio obligado a acudir a urgencias. El diagnóstico: una pancreatitis necrosa que llegó a matar más del 50% del órgano.

Tras innumerables vicisitudes y el desembolso de grandes cantidades de dinero por parte de su familia para que pudiese volar de regreso a España, dos vuelos le prohibieron ingresar en la aeronave. Finalmente, el Ministerio de Defensa gestionó el envío de un avión medicalizado con una tripulación de 11 sanitarios militares de la Unidad Médica de Aeroevacuación, el pasado 20 de abril.

Usoa, esposa de Álex, ha sido una de las personas que más se ha movido para su rescate

Usoa, esposa de Álex, ha sido una de las personas que más se ha movido para su rescate / Cedida

Bandera del Madrid

"Fue uno de los momentos más felices de esta historia: cuando llegaron de la Umaer a buscarme y ya escuché hablar en español, después de tantos días en Tailandia", explica, deshaciéndose en elogios hacia "la tripulación, que me trató excelente desde el principio. Me regalaron un sello de la Umaer y una bandera del Real Madrid, porque sabían que es el equipo del que soy aficionado".

La llegada al aeropuerto vasco de Loiu fue otro de los momentos simbólicos que Álex guarda en su retina: "Fue al aterrizar y empezar a notar el fresquito del norte cuando me dije que ya estaba en casa". Tras la llegada, un ingreso en un hospital cercano a casa que ha concluido esta semana con final feliz.

Cuenta también Álex que "tanto la teniente coronel Pilar Salvador (responsable del operativo de su rescate) como la ministra, Margarita Robles, se interesan constantemente por mi estado de salud. Yo pensaba que la ministra se podría limitar a firmar el papel del envío del avión y ya está. Pero no, se interesa mucho por mí, nos llama y se preocupa".

Charla mientras los niños juegan de fondo. Es su próximo objetivo: ponerse fuerte para poder volver a jugar con ellos sin cansarse. Álex no deja de agradecer a su familia todo lo que han hecho por él para conseguir un feliz desenlace: "Estando allí no te das cuenta. Pero al regresar y ver todo lo que han movido para ayudarme, es emocionante". Ahora, entre paseos y pinchos de tortilla con los suyos, lo que falta no se hará tan cuesta arriba.