TELEPATÍA

Laura García, la 'medium' que habla con animales "vivos o muertos" en un pueblo de La Rioja: "Es como aprender un idioma nuevo"

Esta antigua técnica sanitaria afirma que puede mantener conversaciones con animales de todo tipo, desde perros y gatos a otros más exóticos con los que ha contactado en sus viajes a África, como camaleones, leones y guepardos

Laura García, que habla con los animales, abraza a su burra Lola, que da nombre a su residencia canina.

Laura García, que habla con los animales, abraza a su burra Lola, que da nombre a su residencia canina. / A. A.

Ana Ayuso

Ana Ayuso

Laura García, natural de San Vicente de la Sonsierra, un pueblo de La Rioja ubicado a unos 35 kilómetros de Logroño, trabajaba como técnica de emergencias. La "poca estabilidad" de su oficio le hizo plantearse si quería seguir en esa profesión toda su vida. La respuesta fue clara: no. En ese momento, pensó: "Me busco la vida y monto algo". "Como mi pasión siempre han sido los animales, pensé en abrir un hotel para perros", explica desde su casa en una entrevista con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA.

Han pasado 14 años desde que abrió su Residencia Canina La Burra Lola, con capacidad para 38 perros. "Ha sido así de grande desde el día uno. Me arriesgué y fui de cabeza". Cuando Laura se acerca a uno de sus huéspedes, estos corren hacia ella. También su burra, Lola, la que da nombre al hotel para perros, la saluda al pasar por delante para acceder a su hogar. "Fui viendo cosas de educación canina en positivo, porque a mí no me gustaba lo que había hace 14 años e incluso hoy en día hay adiestradores de collar eléctrico. Así que, buscando, buscando, encontré la comunicación animal", señala. 

Una de sus amigas oyó a Olga Porqueras, una importante terapeuta y comunicadora animal, hablar por la radio. "Me dijo que la buscase en internet y me salió que daba un curso en 15 días en Bilbao, así que me animé y me apunté", a pesar de que, por entonces, "era atea a tope, de ciencia pura y dura". En esa instrucción, y a pesar de que llegó "muy escéptica", ya consiguió hablar con la perra de otra aprendiz de comunicación animal. No utiliza nunca las palabras dueño o dueña, sino "responsables humanos" o "familia". "Fue un shock. La profesora nos hizo meditación, tenía la foto de la animal delante, la miré y cerré los ojos. Y me llegaron las imágenes del cuenco de la comida, la leche, el olor a leche y el dolor de estómago. Yo lo traduje así, tal cual, pero había que hilarlo y fue la profesora la que me ayudó a entender que el pienso tenía lactosa", relata García.

"Estábamos todas flipando, lo habíamos vivido todas. Llegué a mi casa y no me lo creía. '¿Cómo voy a haber hablado con un perro? Esto es una tontería'. Pero, por otro lado, yo sentía la energía de esa perrita. Veía que era muy activa, abierta, que le gustaba mucho la gente, más que los perros. La responsable humana, que estaba ahí, me confirmaba que era así", recuerda todavía con una sonrisa amplia y una mirada de emoción. Han pasado 10 años y muchos animales por sus manos y su mente desde entonces.

Conexión telepática

Esa comunicación la entiende como "una conexión, que la llamamos de corazón a corazón". "La herramienta principal que utilizo es la meditación, para poner la mente racional en silencio y poder escuchar al otro. La siguiente herramienta es la telepatía, pero no entendida como leerle la mente al otro, porque eso sería entrometernos en la intimidad de los animales y así se cierran", explica. 

Laura García abraza a uno de sus perros en su residencia canina.

Laura García abraza a uno de sus perros en su residencia canina. / A. A.

Laura García siente "al otro en la distancia", no sólo a los animales, sino que también puede comunicarse con quienes ya han fallecido, personas en coma y autistas, a través de la "mediumnidad, que tiene otra técnica". Cuando conecta con un animal, les avisa de que "su responsable quiere hablar con él, que está preocupado por él y le quiere preguntar algo". "Ahí ya es cuando el animal empieza a enviar información, pero no hablada, sino por un sentir, por imágenes, sonidos (como un perro que tenía miedo al aspirador de casa y me envió el sonido del aparato)".

"La sensación es de aprender una lengua nueva", afirma. Ha evolucionado mucho desde que empezó a comunicarse con los animales, cuando le llegaban "cosas sin sentido: una imagen, una emoción, un olor, un sonido". Ahora, ya puede mantener "conversaciones" con ellos, porque le da forma a todo lo que el animal le transmite, "a través de la intuición", lo escribe y le pone palabras. 

La capacidad telepática la tenemos todos, pero es que es como todo: podemos aprender a cocinar pero no vamos a ser chefs de Estrella Michelin"

Laura García

— Terapeuta y comunicadora animal

Deja claro que lo que ella consigue no es porque tenga "un don", sino que "todos tenemos la capacidad de hacerlo". "La capacidad telepática la tenemos todos, lo que pasa es que es como todo: podemos aprender a cocinar, pero no vamos a ser chefs de Estrella Michelin. Hay que cultivarlo mucho, trabajarlo y está muy unido a la espiritualidad, a la meditación, porque los animales son muy energéticos, son conscientes de que somos almas viviendo en un cuerpo físico", avisa. 

¿Qué le dicen los animales?

Los animales le dicen "de todo", asegura. "Hay perros a los que no les gusta su nombre y que por eso son desobedientes, o cosas más profundas, de animales que están en proceso de muerte y te muestran quién les está esperando al otro lado; perros que viven en la ciudad y que piden que les lleven al monte; otros que perciben que sus familias están estresadas", indica la responsable de La Burra Lola.

Las personalidades de los animales se pueden definir con los mismos calificativos que las humanas: "Hay animales que son muy introvertidos, cuesta mucho que manden información y sólo comparten imágenes. Otros que no dicen nada, pero que emocionalmente sí que transmiten cosas. Algunos son muy simpáticos y muy habladores". "Aún a mí me impresiona", asegura.

Laura García no intercambia conversaciones con los animales continuamente, sino que es capaz de "abrir el canal o a tenerlo cerrado, y es lo que yo ahora también enseño". Afirma que cuando un perro comparte con ella imágenes, ella lo ve de la misma forma que lo vería con sus propios ojos, a pesar de que los canes reciben los colores con un espectro diferente al de los humanos.

"A algunos les pido que me dejen ver a través de sus ojos, por ejemplo, con los que se han perdido. Y yo lo veo como yo lo vería, aunque a veces a su altura, con unos bancos o árboles gigantes si el perro es pequeño". Esto resultaría muy útil para contribuir a que la familia localice a un animal que se ha perdido. "Yo no voy a encontrar al animal, sino que voy a ayudar a buscarlo. Lo que hago es hablar con él y, principalmente, tranquilizarle, decirle que su familia le está buscando y le pido que me diga qué está viendo y dónde se está alimentando. Y él va diciendo. Recuerdo un perrito que mostraba la estación de tren y ahí estaba", rememora esta terapeuta.

En algunas ocasiones, le resulta complicado transmitir a los dueños lo que les quiere decir su animal. "Hay casos mucho más complicados. A veces hay un aprendizaje que tiene que hacer la familia y que, hasta que no lo hagan, no va a aparecer. O hay animales que se van y no quieren volver. Es duro decírselo a una familia, contarles que su gato ya ha cumplido su misión con ellos y que no quiere regresar".

Detalles sin conocer ni a los dueños ni al animal

Lo que más sorprende de sus comunicaciones con animales es el nivel de detallismo con el que expresa lo que le dicen los mismos sin conocerlos ni a ellos ni a sus familias de antes. Es lo que le ocurrió con un animal que se encontraba en proceso de muerte: "Me dijo que le parecía bien que su responsable pusiese la foto que tenemos con el cielo azul en casa. Se lo dije así, yo no lo entendía bien y ella me dijo que estaba pensando en poner cuando se muriese el animal una foto preciosa en la que estamos los dos de espaldas mirando al mar con el cielo y el mar azul. Se planteaba ampliarla y ponerla en el salón, pero dudaba de si le iba a hacer daño verla cuando él ya se hubiese ido".

Recuerda también el episodio de "un gato fallecido que me enseñó cómo la niña de la familia le había hecho un dibujo con el gato rodeado de estrellas y el fondo rosa y me mandaron el dibujo" y que los dueños reconocieron en cuanto escucharon el audio de Laura García. Patricia y su pareja, dos vecinos de la localidad riojana de Lardero, tienen dos perros "ya mayorcitos, de 13 y 14 años". A Nala le detectaron el año pasado un tumor y tomaron la decisión de "acompañarla en el proceso con pocas posibilidades [de supervivencia] por su avanzada edad". Una amiga le habló de Laura García, la llevaron y "flipamos": "A día de hoy seguimos comentando cómo nos cambió el trabajo que hizo Laura".

"Yo a Laura no le había dicho nada sobre Nala. Sólo le había enseñado una foto y le conté que nos habíamos decidido a hacer esta labor y que yo estaba embarazada, pero no le había dado ni un solo detalle. Cuando Laura nos cuenta qué es lo que les habían dicho los dos perros, lloramos de emoción porque fue un mensaje muy bonito", relata Patricia, que incide en que "había detalles que nosotros no le habíamos dicho, de cómo dábamos los paseos, de cómo jugaban, de dónde se tumbaban". Laura les "confirmó" que el cuidado "en familia, en manada", que les estaban dando era el que sus perros deseaban.

La terapeuta animal recalca que "en la parte veterinaria no me puedo meter". Ha llegado a trabajar durante un año y medio con animales que se encontraban en su proceso de muerte o se ha encontrado con pacientes que se encontraban mal y ha tenido que avisar a sus responsables para que lo llevasen al veterinario. "Hay dos veterinarias que han hecho el curso conmigo y esto es una gran herramienta para ellas, porque es como cuando nosotros vamos al médico y le contamos qué síntomas tenemos", concluye. 

Conversa hasta con guepardos y leones

Laura no acierta a explicar qué se siente al intercambiar información con animales de todo tipo, desde perros, gatos, tortugas o lagartijas a otros más exóticos con los que ha hablado en África, como camaleones, leones y guepardos. "Ahí la comunicación es de ellos hacia mí. Notan que yo estoy muy conectada y muy presente y me llega la sensación de que un animal quiere transmitir algo", dice. Sin embargo, normalmente es ella quien abre el canal para conversar con los animales.

Ella pide una foto a los dueños de los animales y les hace firmar "un código ético que tienen que cumplir, que se basa en abrir el corazón y la mente para recibir la información, porque si no la comunicación no va a servir de nada. Una vez que escuchen a su animal, tienen que hacer lo que él les pide, porque si no se frustra". Añade que ella "también cumplo un código ético como terapeuta. Si el animal me pide que le haga algún tipo de sanación energética, yo me comprometo a hacerla".

Después, ella entra en meditación y abre el canal para conectarse con el animal a través de las imágenes. "Yo siempre trabajo con fotos porque en presencia el animal se cohíbe más, no están acostumbrados a que un humano hable con ellos a ese nivel. A distancia, conecto más con el alma del animal y, en presencia, con la información más terrenal (me gusta comer esto, me gusta salir por aquí, etc.). A distancia, comunican sentimientos, emociones", indica la riojana.

Finalmente, escribe lo que ha recibido en cuadernos, en los que guarda todas las comunicaciones con animales. "Tendré como 15 libretas" y siempre lleva una encima. Va escribiendo toda la información que recibe del animal y, posteriormente, lo graba en audio "con lo que he sentido" y se lo envía a la familia. "Hay cosas que no tienen sentido, pero como a mí me han llegado como una emoción, soy capaz de transmitirlas después. La familia lo escucha tranquilamente y ya dicen lo que les cuadra y lo que no comprenden. Es curioso porque muchas familias, cuando ponen el audio en casa, me cuentan que el animal se acerca y se queda con ellos escuchando", describe esta terapeuta animal.

Laura García muestra uno de sus cuadernos con testimonios de animales.

Laura García muestra uno de sus cuadernos con testimonios de animales. / A. A.

Laura García detalla que cada sesión dura en torno a una hora, "desde que me pongo y me centro hasta que termino", a lo que se añade el tiempo que invierte en grabar el audio a la familia, "que es casi un pódcast, de 15 a 30 minutos". "No hago sesiones sin terapias, porque, como trabajo para beneficio del animal, la información si no se quedaría ahí y no le podría ayudar. Dentro de la consulta siempre meto las terapias con las que yo trabajo", como reiki (un tipo de medicina alternativa japonesa), esencias florales (que capta la parte nuclear de la planta para que "actúe sobre una emoción" de quien la toma) o farmacognosia (drogas naturales). "Se consideran una pseudoterapia, porque todo esto que no tiene base científica", recalca.

Cobra 80 euros por cada sesión y trabaja con el animal alrededor de un mes, a no ser que necesite más tiempo de consultas. "Incluso en una semana pueden notarse cambios" si la alteración que sufre el animal es leve o si no hay nada por lo que preocuparse. "A veces a los perros no les pasa nada y solo me cuentan cosas de su día a día, lo que hacen con su familia, la fiesta que le montan a su humano cuando llega a casa, cuál es su juguete favorito, que le gusta su comida, su casa, quién es su mejor amigo perro", sostiene.