¿Toples sí o toples no?: auge y caída de un fenómeno muy nuestro y a la baja

España es el país que lo inició y el que más lo practica, pero lleva cinco años disminuyendo

La denominada 'violencia digital', el miedo a que tomen fotos o vídeos, la principal causa

Hay consenso en considerar que Gala Dalí hizo el primer topless de la historia y fue en España

Hay consenso en considerar que Gala Dalí hizo el primer topless de la historia y fue en España / Cedida

David López Frías

David López Frías

El día que la profesora Mariona Trabal y su amiga Anna Cammany se quitaron la parte de arriba del bikini, no se imaginaban que el gesto iba a acabar en un referéndum. Literalmente. Una historia que empezó un día de piscina en el que casi duermen en el cuartelillo y acabó tumbando la prohibición, por ley, de hacer toples en las piscinas catalanas.

El toples. Una palabra que está en el diccionario desde 2014, pero que es parte de nuestra identidad desde mucho antes. Porque existe cierto consenso en considerar que se inventó aquí: que el primer toples documentado en una playa lo hizo en 1930 Gala Dalí, en Torremolinos. Ahora, las españolas son las que más lo practican en el mundo, por delante de alemanas y holandesas (2ª y 3ª).

Son datos del IFOP, un instituto francés de marketing. El mismo que, en su último informe, advirtió de que el toples era una práctica que se estaba reduciendo cada vez más. Que lleva cerca de cinco años con una tendencia a la baja y se encuentra en mínimos históricos, reduciéndose a la mitad. Hay varios motivos, que analizan para EL PERIÓDICO DE ESPAÑA mujeres que han abordado la cuestión.

Un acto reivindicativo del toples en la piscina municipal de L'Ametlla del Vallès (Barcelona)

Un acto reivindicativo del toples en la piscina municipal de L'Ametlla del Vallès (Barcelona) / Cedida

Fotos y vídeos

"El punto principal es que [el pecho] es un órgano sexualizado en la mujer, no en el hombre. Y antes, te miraban. Ahora, te miran... y te hacen una foto o un vídeo sin que te des cuenta. Pierdes el control". Lo explica Julia Salánder, politóloga, analista de datos, escritora y activista digital feminista, aunque es un punto en el coinciden todas las partes: hay miedo a ser grabadas y que su imagen así sea difundida.

Ese miedo también lo han documentado los últimos estudios del IFOP, que asegura que el número de mujeres que hacen toples "está disminuyendo especialmente en las playas públicas concurridas (19%, 3 puntos menos en comparación con 2019), mientras que aumenta un poco en playas desiertas (33%, 1 punto más)".

En el grupo de edad que más ha bajado ha sido "en menores de 25 años, que lo explican sobre todo por razones de seguridad, es decir, el miedo a ser objeto de agresión física o sexual (en un 50%), de ser sometida a la mirada lasciva de hombres (en un 48%) o que les tomen una foto y la publiquen en redes sociales (46%)".

Es la llamada 'violencia digital', que en el caso que nos ocupa aún sale barato en nuestro país: una sentencia del Supremo de 2020, que sentó jurisprudencia, condenó a 1.080 euros de multa a un hombre que compartió imágenes desnudas de una mujer, por delito de descubrimiento y revelación de secretos recogido en el artículo 197.7 del Código Penal.

"El endurecimiento de ese tipo de sanciones podría ser una de las claves para intentar que disminuya ese miedo", explica la escritora y guionista Anna Manso, que siempre ha reivindicado el toples, incluso en sus columnas. "Yo lo hago desde hace mucho tiempo, por comodidad. Y sí que me he encontrado que en los últimos tiempos se hace menos". Por eso "me pone muy contenta cada vez que voy a un sitio, me quito la parte de arriba y otras mujeres lo hacen después. Nosotras miramos siempre quién hay haciendo toples en una playa y a mí me gusta que otras mujeres lo hagan después de verme a mí".

Julia Salánder ve en la 'violencia digital' uno de los principales motivos del retroceso del toples

Julia Salánder ve en la 'violencia digital' uno de los principales motivos del retroceso del toples / Cedida

Presión estética

"Sé que algunas no lo hacen porque consideran que sus pechos no son suficientemente bonitos. Como si no fuesen 'enseñables'. Eso lo noto especialmente en las chicas jóvenes", insiste Manso. Y es que ese es otro de los motivos, según los últimos estudios de IFOP, por el que las mujeres deciden no mostrar sus senos en público: la presión estética. Una de cada dos mujeres (según estas encuestas) teme ser objeto de comentarios despectivos sobre su cuerpo.

"Pensar que nuestras tetas no encajan en el canon de belleza puede hacer que no las queramos enseñar. Como si no fuesen dignas de ser vistas", lamenta. Y denuncia que "es el sistema el que decide cuándo se ven nuestros pechos. En el porno sí, pero amamantando o en la playa, no. Cuando nosotras decidimos enseñar nuestras tetas en un contexto no sexual, el sistema colapsa".

Es del mismo parecer Mariona Trabal, la profesora y bibliotecaria escolar con la que arranca este reportaje. "En la actualidad hay un culto a los cuerpos perfectos, que hace que muchas mujeres crean que sus pechos no son lo suficientemente bonitos. Y es un prejuicio que se está dando sobre todo en las generaciones jóvenes", subraya.

La escritora y guionista Anna Manso reivindica el toples en playas y piscinas

La escritora y guionista Anna Manso reivindica el toples en playas y piscinas / Cedida

Pezones libres

Por una parte, retrocede el número de mujeres que hace toples. Por el otro, paradójicamente, cada vez se ven reivindicaciones más contundentes sobre la libertad de poder hacerlo. Precisamente Mariona es una de las personas que más lejos ha llevado dichas reivindicaciones. El episodio con el que empieza su historia tuvo lugar en 2018. Ella acostumbraba a irse sola al rincón más escondido de la piscina municipal del municipio de L' Ametlla del Vallès para quitarse la parte de arriba del bikini, "hasta que venía el socorrista y me decía que me tapase".

Pero una tarde, como estaba acompañada por su amiga Anna, se lo quitaron las dos. Y cuando llegó el socorrista, decidieron que no iban a obedecer. "No queremos cumplir esa norma", le contestaron. El trabajador municipal les advirtió que llamaría a la policía y cumplió: "Vinieron dos agentes. Un hombre, muy desagradable, y una chica mucho más maja y dialogante". Les amenazaron con que las llevarían al calabozo, y ellas pusieron las muñecas juntas, simulando ofrecerlas para que las esposasen.

"Cuando nos dijeron que también nos iban a multar, decidimos que no nos iban a tocar el bolsillo y nos pusimos la ropa". Pero no se conformaron. Todo lo sucedido fue el embrión de la plataforma ciudadana que fundaron y a la que llamaron Mugrons lliures (Pezones libres) para darle eco a sus demandas, que fueron secundadas por estamentos como el Síndic de Greuges (el defensor del pueblo catalán) .

Mariona Trabal, en la piscina de L' Ametlla del Vallès donde empezó su reivindicación

Mariona Trabal, en la piscina de L' Ametlla del Vallès donde empezó su reivindicación / Cedida

Referéndum

Siguieron con su cruzada y elevaron sus protestas al ayuntamiento. El conflicto de la piscina fue escalando hasta que llegó al pleno municipal. El gobierno, entonces convergente, decidió "hacer algo que en su momento nos pareció ridículo: un referéndum. Creíamos que, por el perfil de personas que viven en L' Ametlla, lo íbamos a perder", reconoce Trabal.

Pero salió victoria. Tras una serie de actos reivindicativos en el propio recinto (una quincena de personas acudieron para protestar, ellas con pezones pintados y ellos con sujetador), se admitió que en la piscina pública de L'Ametlla del Vallès se podía hacer toples. Un guante que recogió en 2021 Ada Colau, señalando que no se podía prohibir a las mujeres quitarse la parte superior en las piscinas de Barcelona. Es algo discriminatorio y así lo ha acabado considerando la Generlitat de Cataluña, el territorio en cuyas piscinas (públicas) se puede hacer toples, por ley, sin ningún tipo de peligro a la sanción.

"Los detractores nos dicen que debe prohibirse por los niños. Y ese no puede ser el argumento. Los niños lo ven natural. Para ellos no es un mal ejemplo". Una postura que comparte Julia Salánder, que incide "en la sexualización del pecho femenino. No son los niños los que sexualizan ese pecho; es la mirada adulta".

¿Volverá?

Ahora se hace menos toples, precisamente cuando lugares inéditos hasta la fecha para esa práctica, como las piscinas, empiezan a abrirse. ¿Volverá a repuntar? Anna Manso cree que "hay que hacerlo. Porque hacer toples es feminista. Por supuesto que lo es, entendido como la libertad de que cada mujer pueda hacer lo que quiera al respecto".

Salánder asegura que "cada vez que voy a la playa, es como hacer casi un estudio sociológico en cuanto al toples. Y te das cuenta de que, si la mujer está cerca de un grupo de hombres con un perfil determinado, le cuesta más hacerlo. Hay cierto punto de intimidación producto por esa sexualización. Por eso, para mí, es una victoria cada vez que voy a la playa, hago toples y otras mujeres me siguen".

Trabal, por su parte, defiende que "hacer toples es feminista porque queremos la igualdad con los hombres en ese aspecto. Si nos sexualizan nuestros pechos, no es por nosotras". Apunta que dicha sexualización "se ve en niñas de 6 o 7 años, que ya visten la parte de arriba del bikini sin necesitarlo. A esas edades sus cuerpos son iguales que los de los niños. Pero desde la industria ya se venden bikinis para niña. Es ahí, en la propia industria de la moda, donde empieza la sexualización".

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