INVESTIGACIÓN

¿Puede una dieta de mala calidad afectar a nuestra salud mental?: "Es muy sugerente, pero hay que seguir investigando"

Un estudio internacional sugiere que la calidad de la dieta provoca cambios cerebrales asociados a la depresión y la ansiedad

El doctor Francisco Botella, endocrino, admite que los especialistas han puesto el foco en los cambios que, los distintos nutrientes, provocan en la neuroquímica cerebral

La relación entre la dieta y la salud cerebral es objeto de estudio

La relación entre la dieta y la salud cerebral es objeto de estudio / Pixabay

Nieves Salinas

Nieves Salinas

¿Puede una dieta de mala calidad provocar cambios cerebrales asociados a la depresión y la ansiedad?. Así lo sostiene un estudio internacional publicado en la revista 'Nutritional Neuroscience'. El doctor Francisco Botella, coordinador del Área de Nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), analiza las conclusiones para EL PERIÓDICO DE ESPAÑA y se muestra prudente: hasta el momento los estudios no dejan de ser "indirectos". Como línea de investigación, hace años que los especialistas han puesto el foco en los cambios que, los distintos nutrientes, provocan en la neuroquímica cerebral. "Es un punto de partida muy sugerente, pero hay que seguir investigando", afirma.

La investigación que revisa el doctor Botella, realizada sobre la dieta de 30 voluntarios, la han llevado a cabo la Universidad de Reading, la Universidad de Roehampton y el Kings College de Londres, en Reino Unido, y Friesland Campina, en Países Bajos. En el estudio, los escáneres cerebrales mostraron cambios en los neurotransmisores y en el volumen de materia gris de las personas con una dieta deficiente, frente a las que siguen una dieta de estilo mediterráneo, considerada muy saludable.

Salud mental

Los investigadores también descubrieron que estos cambios están relacionados con la rumiación, que forma parte de los criterios de diagnóstico de afecciones que afectan a la salud mental, como la depresión y la ansiedad. Cuando una persona lleva una dieta de mala calidad, se reduce el ácido gamma aminobutírico (GABA, por sus siglas en inglés) y se eleva el glutamato (en ambos casos neurotransmisores, junto con un menor volumen de materia gris) en la zona frontal de su cerebro, afirman. Esto podría explicar la relación entre lo que comemos y cómo nos sentimos, defiende el trabajo.

¿Existían evidencias anteriores en este sentido?. "Efectivamente, ya hace unos años en los que este tema ocupa un lugar en nuestra área de interés y ha sido objeto de diversas ponencias en nuestros Congresos, a medida que se van produciendo avances en el conocimiento de los mecanismos de regulación cerebral de la ingesta de alimentos y de los cambios que, los distintos nutrientes, provocan en la neuroquímica cerebral", explica el portavoz de la sociedad científica.

Estudios indirectos

Sin embargo, matiza, hasta el momento, "los estudios no dejan de ser indirectos y se realizan analizando, mediante avanzados programas de software de las imágenes obtenidas por RNM (resonancia magnética nuclear) espectroscópica los cambios en la presencia de distintos neurotransmisores en diferentes áreas cerebrales, relacionadas con los circuitos de recompensa, de inhibición y de control del estado de ánimo".

En ese sentido, el doctor Botella asegura que no son "pruebas irrefutables para realizar afirmaciones categóricas, ya que, por una parte, la técnica es no invasiva -"como si quisiéramos averiguar durante una noche cerrada cuál está siendo el desarrollo de una batalla analizando los destellos y fogonazos que se producen", aclara- y aún "imprecisa". Por otro lado, abunda, se trata de voluntarios sanos, por lo que "trasladar las conclusiones a personas en situación de enfermedad, es complicado".

Rumiación y comida

Sobre el concepto de rumiación, aplicado al diagnóstico psicológico, no hay que entenderlo como algo relacionado directamente con la alimentación o la comida; más bien hace referencia al hecho de pensar de forma recurrente sobre una preocupación o un problema, indica el especialista.

Las rumiaciones aparecen de forma intrusiva, casi obsesiva y generan un elevado malestar. Muchas personas lo describen como "un disco rayado que se repite constantemente", señala el endocrino. En este sentido, los autores del trabajo "lo utilizan como un modelo más dentro de las patologías mentales más frecuentes para estudiar el efecto de la alimentación más o menos saludable; de la misma manera que la ansiedad, la depresión leve, etc.".

Azúcar y grasas saturadas

El doctor Piril Hepsomali, de la Universidad de Reading y uno de los autores de la investigación, ha explicado que "las personas que siguen una dieta poco saludable -con alto contenido en azúcar y grasas saturadas- tienen desequilibrada la neurotransmisión excitatoria e inhibitoria, así como reducido el volumen de materia gris en la parte frontal del cerebro. Esta parte del cerebro está implicada en problemas de salud mental como la depresión y la ansiedad".

El autor reconoce que "todavía se está investigando la razón exacta por la que la dieta afecta de este modo al cerebro y es posible que la obesidad y los patrones dietéticos ricos en grasas saturadas provoquen cambios en el metabolismo y la neurotransmisión del glutamato y el GABA, como se ha demostrado en estudios con animales".

El doctor Francisco Botella

El doctor Francisco Botella / SEEN

El coordinador del Área de Nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición insiste: se trata de un estudio de asociación (tipo de dieta que se consume en relación a la presencia de lo que se denomina 'patologías mentales más habituales'). "No es un estudio prospectivo ni de intervención, por lo que no podemos afirmar si el estado de ánimo influye en la selección de alimentos más o menos saludables o; al contrario, la elección de alimentos menos saludables es la que altera el estado mental", concluye.

Grasas y colesterol

Por otro lado, aunque los investigadores del estudio británico señalan que todavía se está analizando esa relación entre dieta de mala calidad y salud cerebral, apuntan a que una dieta rica en grasas y colesterol también puede provocar cambios en las membranas celulares que alteren la liberación de neurotransmisores.

Con respecto a investigación básica, este aspecto sí era conocido, explica el doctor Botella. "Las membranas celulares contienen una gran cantidad de grasa (fosfolípidos) que puede verse influida por los ácidos grasos de la alimentación, alterando sus propiedades de flexibilidad/rigidez, interacción con sus receptores de membrana o con distintas moléculas extracelulares", apunta.

Ácidos grasos

En el caso del cerebro, particularmente rico en fosfolípidos, añade, la composición de ácidos grasos de la dieta influirá, "con toda seguridad", en la liberación/recaptación de neurotransmisores y, los resultados de la serie de estudios Prevención con Dieta Mediterránea (PREDIMED), apuntan "en la dirección de un efecto beneficioso del tipo de grasa que consumimos sobre distintos resultados de salud que involucran al funcionamiento cerebral y cerebrovascular".

Una mujer visita una exposición sobre el cerebro.

Una mujer visita una exposición sobre el cerebro. / EFE

"Hasta que no tengamos estudios prospectivos de intervención con un grupo control, no es posible hacer afirmaciones categóricas ni recomendaciones concretas, por el momento se abre una puerta muy interesante para investigar el efecto de nuestra alimentación sobre la bioquímica cerebral, pero estamos muy lejos de poder traducir sus resultados a cuestiones prácticas. La investigación científica lleva su procedimiento y su rigor metodológico que, como en este caso, necesariamente no puede ser rápido", redunda el endocrino.

El patrón de dieta mediterránea tiene "un amplio respaldo bibliográfico" sobre resultados positivos de salud, señala el endocrino

Uno de los aspectos mejor conocidos, concluye, es que el patrón de dieta mediterránea tiene "un amplio respaldo bibliográfico" sobre resultados positivos de salud, lo que incluye un aporte elevado de vegetales, frutas, frutos secos, legumbres, cereales, pescado y aceite de oliva, y moderado de carne, productos lácteos y, la menor cantidad de alcohol posible, como la mejor dieta para cuidar a nuestro cerebro.