ENTREVISTA

Annie Ernaux: "La escritura es un acto de gran responsabilidad"

En una entrevista con el suplemento 'Abril', la Premio Nobel francesa, que es una autora comprometida, defensora de las causas de la izquierda, se posiciona ante la situación política que vive su país natal: "Macron hizo un cálculo cínico"

Annie Ernaux, escritora.

Annie Ernaux, escritora. / José Luis Roca

Inés Martín Rodrigo

Inés Martín Rodrigo

De niña, Annie Ernaux (Lillebonne, Francia, 1940) leía, de forma insaciable, todo lo que caía en sus manos: el periódico local, revistas femeninas, Lo que el viento se llevó, Jane EyreOliver Twist... Sus padres, poco instruidos, eran tenderos, pertenecían a la clase obrera, un origen del que ella se fue distanciando, que no desprendiendo, a medida que fue ascendiendo en la escala social gracias a los estudios.

A los 22 años, dejó claro su destino: "Si a los 25 no he cumplido mi promesa de escribir, me suicidaré". Tenía un libro escrito, pero no lo había publicado y, aun así, eligió vivir, e hizo de su vida su principal materia narrativa. Se marchó de casa y se convirtió en profesora de literatura, en esposa y en madre. Durante un tiempo, escribió en secreto para preservar su obra de los ojos de su marido, hasta que decidió dejar de esconderse.

En 1974 debutó con Los armarios vacíos, la historia de una joven atrapada entre dos mundos, el de su familia proletaria y el de la burguesía. Empezó a desplegar entonces de un estilo propio, crudo y directo, sin adornos ni florituras narrativas, con el que siguió escribiendo sobre su madre, su padre, su matrimonio, su aborto, el deseo, la pasión... Experiencias íntimas, personales, que ella trasciende a la categoría de colectivo, y político.

Autora siempre comprometida, defensora de las causas de la izquierda, en esta entrevista con el suplemento 'Abril' se posiciona, una vez más, ante la situación que vive su país natal.

P. Lleva un diario desde los 16 años y la noche antes de que le comunicaran que había ganado el Premio Nobel escribió en él: "Si gano, me robarán la vejez". ¿Ha sido así?

R. En parte ha sido así, sí. Todo lo que planeaba hacer se ha transformado. Ahora, casi no tengo tiempo para todas las cosas que me encantan, que son la escritura, el contacto con la naturaleza en la casa que tengo en medio del campo, o simplemente para organizar mi tiempo como quiera y no tener toneladas de correos electrónicos pendientes.

P. Al recibir el galardón, en su discurso, habló de reparar la injusticia de nacimiento. ¿Qué quiso decir?

R. Cuando hablo de injusticia me refiero al sentimiento de haber pertenecido, por mi nacimiento, por mi educación, a un ambiente socialmente dominado y sometido a injusticias. Yo formo parte de la clase desertora, de aquellos que se fueron y conservan el recuerdo de lo vivido. Por eso me considero tránsfuga de clase. Y eso no ha cambiado tras el Nobel, más bien al contrario. De hecho, no fue el Nobel lo que me dio el sentimiento de venganza, fue mi escritura. Gracias a ella supe que existe la opción de escribir. Si considero que, de alguna forma, se ha hecho justicia con respecto a mi vida es por mi escritura, no por el Nobel.

Fotograma del documental 'Los años de Super 8', en el que Annie Ernaux comparte sus grabaciones familiares grabadas entre 1972 y 1981.

Fotograma del documental 'Los años de Super 8', en el que Annie Ernaux comparte sus grabaciones familiares filmadas entre 1972 y 1981. / EPE

P. El lugar, con el que ganó el Premio Renaudot en 1984 y en el que habla de su padre, comienza con esta cita de Jean Genet: «La escritura es el último recurso para quienes han traicionado». ¿Es eso la escritura para usted, un último recurso?

R. Sí. Precisamente, experimenté ese sentimiento de ira antes de escribir ese libro sobre mi padre, el sentimiento real de avergonzarse, de sentir, en cierto modo, que traicionaba a mi clase original.

P. ¿Pero traición en qué sentido?

R. En primer lugar, sin duda, al haber abandonado una gran parte de ese patrimonio de los pobres, tanto a nivel material como cultural. Y, luego, cuando me convertí en profesora de literatura francesa, básicamente enseñas la norma, lo heredado, que no es la realidad, y tienes que hacer una selección que siempre es más o menos igual, digamos que favorable a aquellos que tienen una herencia cultural burguesa.

P. Teniendo en cuenta esa pertenencia, ¿al escribir piensa en qué lector la leerá, en su clase social?

R. Depende de los libros. Con el primero, Los armarios vacíos, no lo pensé salvo al final, cuando quizás pensé que lo escribí por los burgueses. La reflexión sobre a qué lector me dirijo vino cuando escribí El lugar. Sabía que era mi herencia cultural y que, si quería ser completamente justa, honesta, tenía que decir que mi padre no leía, que le encantaba la música popular, que lo más importante para él era su jardín... Entonces supe que iba a dirigirme a un lector determinado y, por eso, opté por una escritura plana, sin adornos, nada literaria. La elección de ese tipo de escritura, de ese estilo, llegó tras ser consciente del lugar que ocupo en la literatura en el momento en que escribo. Porque el que coge la pluma está siempre, inevitablemente, al otro lado, deja de pertenecer, en cierto modo.

Estoy a favor de Francia Insumisa porque Jean-Luc Mélenchon defiende una Sexta República, una República más democrática y menos presidencialista

P. Ese estilo directo, tan característico suyo, l’écriture plate [la escritura plana], no es sólo artístico, también es político. ¿Considera que el lenguaje puede ser neutral?

R. No, el lenguaje no es neutral. Roland Barthes decía que la lengua es siempre fascista. Yo no diría tanto como eso. Yo diría, más bien, que el lenguaje porta, dependiendo de la forma en que se emplee, los valores de la sociedad dominante, y es algo que no cuestionamos. Yo creo que al utilizar el lenguaje identificamos qué es fascista en él. Ese fue mi caso. Yo uso el lenguaje sabiendo que transmite valores, una jerarquía, y por eso intento emplear palabras que no vehiculen valores burgueses.

P. Hablando de valores, no me resisto a preguntarle por la situación política que vive su país, Francia.

R. Sí, evidentemente. Los resultados de las elecciones europeas no me sorprendieron. Fue la confirmación de lo que viene sucediendo en Francia desde hace décadas y que se aceleró, quizás, debido a los atentados de 2015. El presidente Macron, desde que fue elegido, eligió a Marine Le Pen como su oponente, y eso la reforzó y la volvió muy popular. Eso ha ido creciendo hasta que hemos llegado a la situación actual. La sorpresa fue la decisión de Macron de adelantar las elecciones legislativas. Fue un cálculo cínico, es el destino de Francia. La Constitución de la Quinta República, la de 1958, permite al presidente hacer lo que quiera, le otorga plenos poderes. Yo estoy a favor de Francia Insumisa porque Jean-Luc Mélenchon defiende una Sexta República, una República más democrática.

P. Y menos presidencialista.

R. Exacto, eso necesita Francia. Porque ese presidencialismo es muy peligroso. Lo hemos visto con Macron, que llegó a plantear el envío de tropas a Ucrania sin consultar a la Asamblea Nacional, pero también lo vimos con Mitterrand en 1990. Y así hemos acabado, la izquierda y la extrema izquierda se han visto obligadas a crear un nuevo Frente Popular para poder frenar a la extrema derecha.

P. ¿Lo que ha sucedido en Francia repercutirá en el resto de Europa?

R. Por supuesto. Ahí tenemos el ejemplo de Italia, con Giorgia Meloni.

P. Nunca ha dudado en manifestar su opinión, siempre se ha pronunciado políticamente. ¿Alguna vez se ha sentido en peligro por hacerlo?

R. No, en absoluto. Tengo una concepción de la Historia... Digamos que… No puedo estar segura de tener razón y no quiero estarlo, el futuro lo dirá. Pero creo que me reconforta un poco la sensación de que siempre he estado un poco por delante de lo que iba sucediendo, he podido ir anticipándome. Evidentemente, me sorprende lo que pasa, pero digamos que, por las tendencias de la Historia, siento que no me equivoco demasiado, así que puedo calcular.

P. Volviendo a la escritura, una de las cosas que desprende su obra es que la verdad no es un concepto fijo, ni en la vida ni en la literatura.

R. La verdad es un concepto que no uso mucho, porque la verdad es extremadamente cambiante. Yo uso más el concepto de realidad. Por ejemplo, cuando decimos que el agua hierve a cien grados, eso no es una verdad, es una realidad. A mí me interesa la realidad, no la verdad.

La verdad es un concepto que no uso mucho, porque la verdad es extremadamente cambiante. A mí me interesa la realidad, no la verdad

P. ¿Y qué efecto cree que puede tener lo que escribe en la realidad?

R. Yo creo que tiene que ver con que el lector sea consciente de algo que quizás haya experimentad, pero es incapaz de expresar con palabras.

P. Es decir, como si su literatura fuera un espejo para los lectores.

R. Uy, eso es muy complicado... La imagen del espejo me confunde un poco. Me gusta más pensar en lo que la literatura ha hecho en mí. Yo creo que mi literatura provoca en los lectores lo mismo que a mí me genera la lectura. No funciona tanto como un espejo, sino que me descubre cosas que yo no sabía que tenía dentro.

Annie Ernaux, al ofrecer sus primeras declaraciones a la prensa tras haber ganado el Premio Nobel de Literatura, en octubre de 2022.

Annie Ernaux, al ofrecer sus primeras declaraciones a la prensa tras haber ganado el Premio Nobel de Literatura, en octubre de 2022. / EFE

P. En alguna ocasión ha dicho que para usted la escritura no es una forma de liberación.

R. No, la escritura no es una liberación. La escritura me permite saber que hay cosas dentro de mí que aún desconozco y al escribir las voy desenterrando y, en ese movimiento de desenterrar, consigo salir. Y es algo que no me concierne sólo a mí, es un acto de gran responsabilidad.

P. Como si fuera una especie de médium.

R. Voilà, sí, eso es.

P. Una de las críticas más comunes que recibe, sobre todo tras el Nobel, es que su literatura es para mujeres.

R. No, nunca he tenido la intención de escribir para las mujeres. Escribo desde lo que soy, y soy una mujer. Por lo tanto, lo que desentierro concierne principalmente a las mujeres. Pero lo que sale a la luz con mi escritura va más allá de ser una mujer, la finalidad es mayor, es mucho más amplia, e incumbe tanto a los hombres como a las mujeres. Tiene que ver con la condición humana. Claro que el aborto es un tema de mujeres, pero también concierne a los hombres. Dicho esto, la crítica masculina siempre ha sido más virulenta, cuando gané el Nobel los hombres fueron los más violentos. Pero eso sólo significa que con mi literatura estoy tocando algo de la preeminencia masculina que les duele.

La crítica masculina siempre ha sido más virulenta conmigo, pero eso sólo significa que con mi literatura estoy tocando algo de la preeminencia masculina que les duele

P. Y, curiosamente, esas críticas no sólo vienen de medios conservadores. Recuerdo, por ejemplo, que un crítico de Le Nouvel Observateur empezó a llamarla Madame Bovary tras la publicación de Pura pasión [1993], en el que cuenta una relación con un hombre casado.

R. Sí, sí, sí, ¡Madame Ovaire! [Madame Ovario]. Terrible, terrible. Ahora ya no podrían hacerlo.

P. ¿Qué lugar cree que ocupa la mujer en la sociedad actual?

R. Es evidente que estoy a favor de la liberación de las mujeres. En España y en Francia estamos en un momento de asentamiento del movimiento feminista, aunque puede haber un retroceso. Pero en países como Irán hay mujeres a las que les ha costado la vida, la Premio Nobel de la Paz está en prisión. La liberación de las mujeres tiene que venir de dentro de ellas mismas. En la década de los 50, en Francia tuvimos que esperar 20 años para poder salir a la calle, para pedir anticonceptivos, tuvimos que esperar, fue así. Son las mujeres, en cada país, quienes tienen que liberarse, aunque nosotras, desde aquí, las apoyemos.

P. La memoria es fundamental en su obra. Proust tenía su magdalena y, aunque la forma en la que usted invoca el "tiempo perdido" puede ser menos dulce, funciona igual de bien. La vergüenza [1998], por usar el título de uno de sus libros, también preserva el pasado.

R. Bonita pregunta, aunque no sé si será capaz de responder... Puedo explicar cómo funciona mi memoria, pero cómo paso de la memoria a la escritura es otra cosa...

Si considero que, de alguna forma, se ha hecho justicia con respecto a mi vida es por mi escritura, no por el Nobel

P. ¿Y cómo es ese paso?

R. Es mediante imágenes, pero no tipo fotografías, sino como si fueran películas que desarrollo en mi cabeza, recuerdo palabras, incluso frases. Por ejemplo, si una noche me cuesta conciliar el sueño, me acuerdo de un año o de una época determinada de mi vida y me paso la película. Eso lo uso como recurso de memoria. Digamos que mi memoria funciona más como una película que como un álbum de fotos. Así escribí Los años [2008], por ejemplo.

P. Lleva medio siglo de trayectoria y ha publicado más de 20 libros. Desde el principio, casi, decidió adoptar la primera persona, un yo con el que logró sortear la telaraña de la ficción. Convirtió su vida en su principal material literario.

R. Sí. Yo consideraba necesario destruir la preeminencia de la ficción. Para mí, el territorio de la autobiografía era más importante, más abierto. La novela organiza una totalidad, propone un mundo organizado. Mi escritura es autosociobiográfica, no es ombliguista.

P. Y usted, que nunca ha querido escribir para, sino escribir desde, ¿es consciente de que ha abierto el camino a muchos otros escritores? 

R. Parece que me he convertido en una especie de piloto del cambio [ríe]... Por ejemplo, hace poco recibí un libro que ha escrito un autor brasileño, que enseña sociología, sobre su padre, que fue camionero.

P. Lo que es mío, de José Henrique Bortoluci. Maravilloso.

R. Sí, es un libro muy hermoso. Me lo envió con una dedicatoria en la que me decía que sin mí no habría podido escribirlo...

P. Y no es el único. Ahí están Édouard Louis, que la adora, o Abdelá Taia, Marie NDiaye, Didier Eribon...

R. Sí, yo no era consciente de que tuviera esa influencia [ríe, y de despide con un "gracias"].

'Lo que ellos dicen o nada'

Annie Ernaux

Cabaret Voltaire

Traducción de Lydia Vázquez

176 páginas. 18,95 euros