LA CAJA DE RESONANCIA

Festivales: la vida en un bucle de 'hits' y más 'hits'

El aumento de público de los grandes eventos y el ‘efecto festival’ fomentan que los conciertos sean contenedores de éxitos que gratifican a la audiencia media y no satisfacen a los seguidores más conocedores del artista

Ambiente durante el último día del festival Mad Cool 2024, a 13 de julio de 2024, en Madrid (España).

Ambiente durante el último día del festival Mad Cool 2024, a 13 de julio de 2024, en Madrid (España). / Europa Press / Ricardo Rubio

Malos tiempos para el conocedor del artista que sigue su evolución disco a disco y que aprecia el conjunto de su obra más allá del 'hit', es decir, los 'album tracks' y las 'delicatessen' de fondo de armario. Cuando llega la tan deseada noche del concierto, suele encontrarse con un guion empaquetado para el gran público (el que ha pagado la mayoría de las entradas): los 'singles' de éxito, los clásicos de aquel álbum con el que se encumbró, un par de citas (obvias) del nuevo disco (si lo hay) y para de contar. 

Así son, cada día un poco más, los conciertos, muy en particular los de grandes recintos y, más todavía, los que se celebran en festivales. Tuvimos unas cuantas muestras este fin de semana en el Cruïlla: Avril Lavigne, Pet Shop Boys, Johnny Marr… Artistas que no han dejado de publicar discos en los que han invertido tiempo, talento y dinero; material que luego ocupa un segundo o tercer plano en los repertorios de sus actuaciones. Llegar a una audiencia más grande tiene un precio, porque hay que adaptar el producto a la situación. Pero la tendencia no afecta solo a los artistas de multitudes: hasta The Kooks basaron su pase en el Fòrum (8 de 14 canciones) en su primer álbum, de 2006. 

Algunos tratan de compensar: Taylor Swift, con su parcela de canciones acústicas fuera de guion. Pero hasta Bruce Springsteen irrita a sus fans 'hardcore' cuando toca muchas canciones de 'Born in the USA' (como ocurrió hace unas semanas en el Estadi Olímpic). La enmienda más radical a la tendencia la practica Pearl Jam, aunque sus repertorios tan imprevisibles siempre dejan a alguien refunfuñando porque se ha dejado su rarísima canción favorita. Suministrar la satisfacción universal no es posible. 

Y vivimos un tiempo de adicción al 'hit', de ansia de emociones explosivas, un efecto que tiene tanto que ver con la nostalgia (incluso de aquello que no se ha vivido) como con la identificación con una idea de éxito. Una extraña mezcla de melancolía y euforia parece regirnos. Cazamos las tonadas que percibimos como legendarias y las consignamos en nuestra memoria y en las redes, como los monumentos junto a los que nos fotografiamos cuando nos vamos de viaje. Como si no construyéramos nuestra identidad a partir de lo que nos hace distintos, sino participando de aquello que hace todo el mundo. La música es algo más que eso, pero así son las cosas, y si quieres escuchar a Pet Shop Boys interpretando 'My october symphony' más vale que te dirijas al viejo video de su (no superada) gira 'Performance'.