ENTREVISTA

Suzanne Vega: “En Norteamérica se nos permite hablar, pero podría dejar de ocurrir en un futuro”

La veterana artista estadounidense actúa en España, acompañada por su guitarrista Gerry Leonard, como parte de la gira An Evening With Suzanne Vega - Old Songs, New Songs And Other Songs, que la llevará a diferentes localidades desde este miércoles

Suzzane Vega tocará en Inca, Madrid y Valencia el 24, 25 y 26 de julio respectivamente.

Suzzane Vega tocará en Inca, Madrid y Valencia el 24, 25 y 26 de julio respectivamente. / EHUD LAZIN

Emergió en la segunda mitad de los ochenta como una de las grandes nuevas voces de un folk intimista y socialmente sensible, pero Suzanne Vega (Santa Monica, California, 1959) llegó a vender más de cuatro millones de discos en todo el planeta merced a una evolución que no temió lo experimental. Canciones como Luka o Tom’s Diner – un éxito mundial en su remezcla dance por parte de los británicos DNA – daban buena cuenta de su crianza en el Harlem hispano y en el Upper West Side neoyorquino, pero su carrera nunca dejó de gotear discos de interés a lo largo de los últimos casi cuarenta años.

Estará el 24 de julio en Inca (Teatre Principal, dentro del festival SonsDeNit), el 25 en Madrid (Teatro Lara), el 26 en Valencia (La Rambleta) y el 28 en Sant Feliu de Gíxols, en el marco del festival de Porta Ferrada, como parte de la gira An Evening With Suzanne Vega - Old Songs, New Songs And Other Songs, en la que le acompaña su guitarrista de toda la vida, Gerry Leonard (lugarteniente en ocasiones de David Bowie, Laurie Anderson y Rufus Wainwright, entre otros), y aprovechamos para hablar con ella unas semanas antes, a través de la pantalla del PC, en conexión desde Nueva York. Sobre sus influencias, algunos estereotipos enquistados, un nuevo disco que ya tiene casi en capilla, sus mejores trabajos, el influjo creciente de la literatura en su obra y el reflejo, cómo no, de la realidad sociopolítica en pleno año electoral en su país.

P. Nos visita con Gerry Leonard, su guitarrista, y supongo que los conciertos estarán integrados por clásicos de toda su carrera y algunas nuevas, como dice el título de la gira.

R. Sí, canciones de los discos más antiguos, que todo el mundo conoce, pero también algunas nuevas que tengo a medio grabar, para un nuevo álbum. Hay un par muy contemporáneas, que tratan sobre lo que está ocurriendo ahora mismo. Y los hits, claro: Tom’s Diner, Luka… una mezcla de las diferentes eras de mi carrera.

P. ¿No se cansa nunca de cantar canciones como Tom’s Diner o Luka?

R. La verdad es que no. Me gustan y esas dos en particular tiene significado para mí. Tom’s Diner surgió como una canción sobre un tipo solitario que desayuna en un local y se siente solo, hasta que se convirtió en esta canción festiva en los noventa, casi diez años después, cuyo estribillo a todo el mundo le gustaba y le ponía, y aún le pone, contento. Me divierte cada vez que la canto. Y Luka tiene un significado especial para mucha gente, porque habla sobre algo real, que ocurre en la vida de muchas personas, y cada vez que la canto la siento así. Nunca me canso de ella.

P. Ya que menciona Tom’s Diner, ¿cómo se sintió cuando dos jóvenes británicos, DNA, la convirtieron en un hit bailable en 1990? No pidieron permiso para samplearla y pudo haberles demandado, en aquella época en que ya se empezaba a regular esa práctica.

R. Fue una buena decisión por nuestra parte. La compañía de discos se planteó la demanda, por infracción de derechos de copyright. Pero por la propia producción de la canción ya nos imaginábamos que no había sido un trabajo con muchos medios, eran solo dos chicos jugueteando con la canción y su idea en el fondo era brillante, así que decidimos comprársela y vehicularla nosotros, y ver qué ocurría. Fue un éxito más grande de lo que nunca esperé, pero creo que era una remezcla muy cool, y creo que Nick Batt (DNA) es un tipo brillante: aún somos amigos. El tema se resolvió bien.

P. Encabezó una pléyade de cantautoras folk a finales de los ochenta, junto a Tracy Chapman, Michelle Shocked o Edie Brickell. ¿Sintió que iban a contracorriente de lo que había sido la década, marcada por producciones ostentosas?

R. Sí, y aún me siento a menudo como si nadara contra la corriente. No es una queja, solo una constatación. Pero creo que eso en el fondo jugó a mi favor. Cuando empecé a principios de los ochenta, solo tenía algunas maquetas grabadas y mucha gente me veía como una vuelta a los setenta, una regresión a la época de los cantautores, pero yo no me veía así. Me veía moderna y contemporánea. No era pop como Cyndi Lauper o Madonna, pero intentaba fundir elementos de la new wave con cosas del funk y del minimalismo neoyorquino en mi propia visión moderna de las cosas. Creo que la gente lo entendió con el tiempo, no al principio.

Aún me siento como si nadara contra la corriente. No es una queja, solo una constatación. Creo que eso en el fondo jugó a mi favor

P. En cualquier caso, contó desde un principio con el apoyo de una gran discográfica como A&M, desde el primer disco, Suzanne Vega (1985).

R. Bueno, pero no empezó así, sino con un contrato modesto. Mientras negociaba con A&M, había una mujer en la compañía que veía futuro y potencial en mí y me apoyó, pero el contrato inicial era muy pequeño. Aparecí en las páginas de The New York Times y el contrato mejoró. Pero incluso entonces me dijeron que no esperaban vender más de 30.000 copias. Como mucho. Me di cuenta de que solo en la primera semana vendió 17.000. Me sorprendió. Recuerdo pensar: “ni siquiera conozco a 17.000 personas, esto va más allá de mi familia, ¿de dónde sale toda esta gente?” (risas). En la primera semana, ya se había vendido más de la mitad de lo previsto. Acabó vendiendo un millón en todo el mundo. Mucho más de lo que ellos esperaban. Cuando tuve un contrato grande ya fue con el segundo álbum, Solitude Standing (1987).

P. Qué tiempos aquellos, en los que una crítica en un periódico podía ser determinante para impulsar internacionalmente una carrera.

R. Sí, y creo también que entonces las áreas de distribución eran más estrechas, con lo que una crítica en el New York Times tenía mucho más impacto. Ahora tenemos blogs, revistas digitales, streaming, suscripciones, canales de distribución distintos, y ni siquiera el hecho de que suenes en la radio tiene el mismo efecto que antes. Todo es más específico. Y dividido.

P. Casi siempre se cita a Leonard Cohen o Lou Reed ente sus principales influencias, pero rara vez a mujeres como Joni Mitchell o Rickie Lee Jones.

R. Las mujeres a quienes admiraba eran Chrissie Hynde, de los Pretenders, de quien me gustaba mucho su actitud y su forma de vestir, también Patti Smith, por su imagen andrógina, siempre vistiendo chaquetas, que es una prenda que yo también llevaba siempre. Pero también me gustaba la mentalidad callejera de Rickie Lee Jones y su aproximación a los sonidos jazzies, y su forma de utilizar el lenguaje, diría que hay al menos dos o tres canciones mías influidas por ella. Joni Mitchell ocupa su propia categoría de mujer: escribió sobre ser famosa, sobre sus amantes, y nunca me identifiqué de verdad con ella. La vi siempre como una personalidad dorada, radiante y distante, lejana a mí. Yo vivo a pie de calle, donde hay un montón de problemas, y no escribo sobre el hecho de ser famosa. Dicho esto, claro que Joni Mitchell ha sido muy influyente en muchos otros músicos.

Yo vivo a pie de calle, donde hay un montón de problemas, y no escribo sobre el hecho de ser famosa

P. Echando la vista atrás, ¿hay algún trabajo que le haya generado un orgullo particular?

R. Sí, el que más amo es 99.9F° (1992). Fue una sorpresa para mí y para todo el mundo. Cuando empecé a trabajar con Mitchell [Froom], no podía ni imaginar… solo quería hacer un bonito disco pop, algo del estilo de Crowded House, para eso me hice con sus servicios. Pero en lugar de eso nos volvimos locos e hicimos todas esas producciones coloristas, en las que influyó también nuestra vida privada: tuvimos una hija, nos casamos y luego nos separamos… aún es mi álbum favorito.

P. Es justo el que tenía en mente, como el más aventurado de su carrera.

R. Sí, el más aventurado, y se hizo de forma muy rápida y natural, en dos semanas teníamos el álbum completo diseñado, con todas las canciones y las ideas de producción, las letras… todo estaba listo. Tuve una química muy rápida con él, con Mitchell. Ha durado todos estos años. Tenemos una hija en común. Una de las mejores cosas que tengo en la vida, por supuesto. Me siento muy agradecida a aquel periodo de mi vida, que fue muy creativo, repleto de ideas y de alegría, pero también un poco descontrolado en el buen sentido, y por eso mismo insostenible a largo plazo.

P. ¿Ha oído el nuevo disco de Crowded House?

R. Solo una canción, porque mi hija la puso el otro día en el coche (risas). Me pareció muy buena, me dio ganas de oír el disco entero. Las críticas son muy buenas. Estuvieron tocando aquí en Nueva York y mi hija se acercó a comer con Mitchell.

P. La última década de su carrera se ha visto muy marcada por la literatura. Empezó a escribir poemas con nueve años y en 2016 publicó el disco 'Lover, Beloved: Songs From An Evening With Carson McCullers', diez canciones coescritas con Duncan Sheik e inspiradas en la novelista Carson McCullers, del que también hubo una película documental basada en un guion dramático de 2011.

R. Sí, hicimos la película en 2019, justo antes del covid, y se estrenó en South By Southwest en 2022. Estoy muy orgullosa de ella, pero es algo muy especializado, y como llegó el covid justo cuando la íbamos a estrenar, no ocurrió gran cosa con ella.

P. ¿Qué te atraía de su estilo literario?

R. Descubrí a Carson MCullers cuando tenía 19 años, en un momento en el que todavía estaba buscando mi camino como intérprete. No había dado con mi forma de desenvolverme en el escenario. Soy una persona muy introvertida. Y esto empezó para mí como un ejercicio. En una clase de interpretación, concretamente. El profesor nos dijo “encuentra a alguna figura que ya no viva, dentro del mundo del arte”. Tenía que vestir como ella y prepararme a contestar preguntas, como si fuera una entrevista para la tele. Tenía una foto de Carson McCullers y pensé que nos parecíamos, y cuando leí su biografía pensé ¡vaya vida! Triunfó con su primera novela a los 23 años. Era alcohólica, fumaba, era bisexual y su mente irradiaba una libertad salvaje, lo que para mí era una idea muy atractiva con 19 años. Pensé que iba a ser muy divertido meterme en su piel. Fue una forma de ser otra. Y luego está su visión política, que es también la mía: una mujer progresista, a favor de los derechos humanos, de la libertad individual, un poco iconoclasta. Esta es la respuesta corta a tu pregunta de por qué me fascinó y se quedó conmigo durante el resto de mi vida.

P. En 2008 fundó su propio sello discográfico. ¿Por qué?

R. Al principio me entristeció dejar de estar en un sello convencional. Se acabó mi contrato de dos años con Blue Note y antes tuve una gran relación de 18 años con A&M, que no recuerdo en qué otra compañía actual está inmersa. Me acostumbré a grandes presupuestos, extensas giras y mucha gente alrededor, prestándote atención. Lo que, he de reconocer, disfruté. Me daba miedo levantar mi propio sello discográfico, no sabía si sería capaz de hacerlo. Tuve ayuda. Empezamos con las Close-Up Series, que son regrabaciones de mi antiguo catálogo, muy acústicas, pensadas para los fans, y para mi sorpresa me di cuenta de que podía ganarme la vida. Tengo un buen acuerdo de distribución, con una distribuidora que me informa de que algunos de mis discos de ahora se venden más que algunos de los que hice bajo el paraguas multinacional. Lo que está fenomenal. Cada año saco beneficios, vendo CDs, sobre todo cuando los firmo. Estoy ahora en el proceso de completar un nuevo álbum, con un presupuesto, obviamente, más pequeño que el de hace años: comporta mucho trabajo, pero veo que luego revierte y están saliendo bien las cosas. Mi siento muy bien sabiendo que controlo mi propio sello.

Tengo un buen acuerdo de distribución, con una distribuidora que me informa de que algunos de mis discos de ahora se venden más que algunos de los que hice bajo el paraguas multinacional

P. Será su primer disco desde 2020. ¿Le resulta fácil encontrar inspiración durante estos tiempos? La gran mayoría de músicos que he entrevistado me confesaron que los tiempos pospandémicos no les resultaron en absoluto estimulantes.

R. Durante la pandemia no fui de esas personas que se sentó a escribir todo el día. Tuve cierta ansiedad. Vivo aquí en Nueva York y, ¿oyes esa sirena que viene de la calle? Eso es todo lo que oía. Todo el día. Demasiada ansiedad como para escribir. Pero desde entonces tengo muchas canciones. Por lo menos, diez. Casi todas tratan sobre lo que está ocurriendo ahora. Una se llama Rats, porque empecé a trabajar en ella en torno al problema que tenemos en Nueva York con las ratas, que se salió de madre durante la pandemia porque no tenían comida y luchaban contra quien fuera. Es una canción punk rock, influida por Ramones y Fontaines DC. Son canciones urbanas escritas en un mundo poscovid, no pertenecen a un mundo imaginario, son reales.

P. Supongo que lo más complicado, y más en un año electoral como este, es escribir sobre el presente sin dejar que la ira se filtre de un modo demasiado explícito en los textos.

R. Sí, esa rabia está ahí, hablamos sobre ella continuamente, una amiga mía me dice que se cabrea cada vez que pone la tele, se lo toma por lo personal y necesita expresarlo. Hay presencia de eso en un par de canciones nuevas, una presencia de la política, pero no de una forma muy abierta, porque no me gustan los eslóganes ni esa jerga. Pero es reconocible. En una que se llamará Love Thief, que tiene ritmo Motown y trata sobre una persona que roba amor para luego darlo, y trata de combatir el odio en el mundo. Y la otra es Speakers’ Corner, que trata sobre la situación de una persona que no puede hablar, enfrentado a un grupo de personas que sí pueden, pero solo para decir tonterías, y usan esa plataforma para el odio: su línea final incide en la necesidad de que utilicemos ese Speakers’ Corner, como el de Londres, antes de que sea demasiado tarde y ya no esté, porque bajo algunos gobiernos no lo tienes, no se te permite hablar. En Norteamérica se nos permite hablar, pero podría dejar de ocurrir en el futuro. De eso va la canción.

P. Y la polarización en las opiniones no juega precisamente a favor.

R. Pero si contribuyes a esa polarización… en la práctica siempre quieres mantener un diálogo. Tengo un amigo a quien, honestamente, no logro entender cuando habla de política. Pero cuando trato de discutir con él me dice que nuestra amistad está por encima de todo. Que la trasciende. Es con gente así con quienes puedes dialogar y convencerles de algunos aspectos. Si simplemente les cortas, si zanjas la conversación, no van a cambiar ni un milímetro su posicionamiento. Pero necesitas un lugar desde el que hablar al individuo. Has de conectar con la gente a la que aprecias, incluso cuando parecen haber perdido la cabeza. Ese es mi consejo.