Opinión | A POR UVAS

Real Madrid-Dortmund, la final de la que nadie habla

Faltan poco más de 48 horas para que los blancos jueguen la 18ª final de Champions de su historia, para que pelee por 15ª Copa de Europa, una cifra irreal por estratosférica, y nadie habla de ella

Trafalgar Square, en Londres, engalanada para la final de Champions Real Madrid-Borussia Dortmund.

Trafalgar Square, en Londres, engalanada para la final de Champions Real Madrid-Borussia Dortmund. / TOLGA AKMEN

Quizá sea en parte culpa de Taylor Swift, que se ha convertido por unos días en emperadora del corazón del Real Madrid, ese Santiago Bernabéu que no todo el mundo puede ver pero media ciudad escucha cuando hay conciertos. Ha influido también, sin duda, el enésimo sainete del Barça, con la ejecución de Xavi por parte de Joan Laporta y el advenimiento de un nuevo mesías de nombre alemán, Hansi Flick, al parecer a precio de saldo. Hasta el bueno de José Luis Mendilibar y su seductora epopeya rural habrán contribuido en parte a que las conversaciones versen sobre otros negociados.

El caso es que faltan, cuando escribo estas líneas, poco más de 48 horas para que el Real Madrid juegue la 18ª final de Champions de su historia, para que pelee por 15ª Copa de Europa, una cifra irreal por estratosférica, y nadie habla de ello. Es, lo juegue quien lo juegue, el partido de la temporada, pero sigue sin llenar conversaciones. Nadie habla de la final.

La entidad del Borussia Dortmund

Hay que apelar, sin duda, a dos factores, más allá de los externos antes esbozados. El primero es la entidad del rival. Pasará lo que tenga que pasar el sábado en Wembley, pero el Borussia Dortmund es, a priori, el oponente de menos caché que ha desafiado al Real Madrid en una final de Champions en la era moderna, al mismo nivel, quizá, que aquel Bayer Leverkusen que lideraba Ballack en 2002. Nadie hasta hace un par de meses le hubiera colocado ni entre los ochos favoritos, siendo generosos, para estar este sábado en Wembley.

Seamos honestos: nadie ve la Bundesliga. Y no hace falta hacerlo para temer al Bayern, con tanta historia y disfraz perenne de ogro, pero sí para poder llenar, siquiera durante un minuto, una conversación sobre el Borussia Dortmund. Otra cosa serían el propio Bayern, el Liverpool, el Manchester City, no digamos el PSG de Mbappé...

El rival y la rutina empujan también a la final al fondo del cajón de los debates de esta semana. Lo malo de ganar tanto y tantas veces es que las victorias acaban perdiendo parte de su gracia y matando la expectativa previa. Solo hay que recordar cómo celebró el Real Madrid su Liga, sin afluencia que justificara el corte del tráfico rodado en Cibeles la noche del alirón, con una celebración con la plantilla ocho días después.

En fin, que el madridismo confía a ciegas tras un nuevo recorrido trufado de épicos milagros. Y el antimadridismo vive anclado en la resignación desde que vio a Modric fallar un penalti y a Nacho, Lucas Vázquez y Rüdiger marcar con aplomo los suyos en Manchester. Unos no tienen necesidad de hablar (de momento) de la final y otros prefieren no hacerlo, porque no ven que haya nada que ganar. Que viva Taylor Swift. Y Mendilibar. Lo de Flick, habrá que verlo.