Opinión | A POR UVAS

El Real Madrid no tiene ningún sentido

Hace tiempo que el Real Madrid se consume, se contempla y se disfruta o se sufre (ahí ya depende del gusto de cada uno), pero no se explica

Vinicius y Rodrygo se abrazan en la final de la Champions.

Vinicius y Rodrygo se abrazan en la final de la Champions. / Frank Augstein

Hace tiempo que el Real Madrid se consume, se contempla y se disfruta o se sufre (ahí ya depende del gusto de cada uno), pero no se explica. Es que ni siquiera vale la pena intentarlo. ¿Para qué? Este Madrid no tiene ningún sentido, dicho como el mayor de los elogios, y hay que asumirlo como tal. Más que nada para no caer en la frustración de creerse un absoluto ignorante por no encontrar razones que expliquen nada de lo que lleva años o décadas haciendo. El Madrid es como Dios: hay que creer en él o no hacerlo, pero no hay argumentos racionales que sujeten su existencia.

Porque carece de sentido que este equipo haya ganado una nueva Copa de Europa después de perder a Benzema y sustituirlo por un futbolista cedido por un equipo de Segunda. Porque roza lo paranomal cómo sobrevivió en Manchester a un asedio absoluto para ganar en los penaltis. Porque ese jugador cedido por un equipo de Segunda, llamado Joselu, fue quien le rescató en semifinales contra el Bayern, de nuevo por pura agonía. Y porque la primera piedra de la final la puso el Madrid con un gol de cabeza de un lateral derecho que mide 173 centímetros.

Peleón Dortmund

Sufrió de lo lindo el Real Madrid en una final en la que se enfrentaba a su rival más asequible de las últimas finales, al menos sobre el papel. Se le subió a las barbas un Borussia Dortmund sin miedo a la muerte, que planteó el encuentro a pecho descubierto, como quien no tiene nada que perder. La primera hora fue amarilla, pero el Dortmund no acertó a cometer la heroicidad de hacer sentir miedo al Madrid en una Copa de Europa. Y, con todos los honores, lo acabó pagando.

El Real Madrid levantó La Decimoquinta, ganando las nueve últimas finales que ha disputado. Inaudito, aunque nos hayamos acostumbrado a semejante barbaridad. El 64,5% de la población mundial, algo más de 5.200 millones de personas, ni siquiera había nacido cuando el equipo blanco cayó derrotado por última vez en una final de la Copa de Europa, contra el Liverpool en 1981.

Ver al Real Madrid en una final de Champions es como ver las campanadas en Nochevieja o 'Ben-Hur' en Semana Santa. Una costumbre que se repite cada vez con mayor frecuencia y que seguimos consumiendo aunque sepamos perfectamente cuál va a ser el desenlace. Uno tiene la sensación de que ni siquiera Fry de Futurama pudo vivir bastante como para ver al Madrid perder una final de la Copa de Europa. Aunque sus mayores le aseguren que sí, que en efecto aquello ocurrió. Me lo intentan explicar. Pero es que con el Real Madrid no se puede. Así que lo consumo, lo contemplo y lo disfruo o lo sufro. Eso ya lo dejo a la imaginación del lector.