HOMENAJE

Stolpersteine Madrid: la lucha por preservar la memoria de los deportados madrileños del nazismo

En los años 90 el alemán Gunter Demnig ideó unos pequeños adoquines para honrar a las víctimas del régimen de Hitler. Gracias a un matrimonio de Carabanchel, 89 de las 100.000 que hay hoy en Europa están en las aceras de la capital

Una mujer sostiene el 'Stolperstein' que recuerda a Francisco González Liébana, uno de los cinco últimos instalados en Madrid, el pasado 27 de junio

Una mujer sostiene el 'Stolperstein' que recuerda a Francisco González Liébana, uno de los cinco últimos instalados en Madrid, el pasado 27 de junio / STOLPERSTEINE MADRID

Víctor Rodríguez

Víctor Rodríguez

Tal vez haya visto alguna, una placa de latón incrustada en la acera enfrente de un portal que indica que allí vivió una persona en algún momento deportada a algún campo de concentración nazi. Stolpersteine se llaman, algo así como "piedras del tropiezo" en alemán. De apenas 10x10 cm, son, probablemente, el memorial más pequeño del mundo. Pero a la vez, como les gusta decir a Isabel y Jesús, el más grande. Distribuidas por 29 países europeos, son más de 100.000 las que hay colocadas por Europa. En Madrid son 89, 88 ahora mismo porque una ha sido retirada por unas obras, aunque será repuesta. "Aquí vivió Alejandro Bermejo Mateo. Nacido en 1919. Exiliado en Francia. Stalag Altengrabow. Deportado 1941. Mauthausen-Gusen. Liberado", se lee en la última colocada en la capital, frente al número 37 de la calle Marqués de Mondéjar, en el distrito de Salamanca, el pasado jueves 27 de junio.

La iniciativa nació en Alemania en los años noventa del siglo pasado de la mano del artista Gunter Demnig. En Colonia, la ciudad en que habitaba; se negaba que hubiera habido deportaciones de personas de etnia gitana y él planteó una instalación que unía los lugares en que habían residido con la estación de tren desde la que partían a los campos de concentración nazi. Posteriormente, el proyecto fue evolucionando hacia lo que es hoy, para recordar a cualquier víctima del nazismo entre 1933 y 1945: pequeñas placas con sus nombres y su periplo por los campos del horror instalados junto a la que hubiera sido su última vivienda elegida. Cada placa grabada a mano.

Poco a poco se fueron extendiendo por Alemania y por otros países europeos. A España llegaron en 2015, cinco Stolpersteine que se instalaron en el municipio barcelonés de Navás. A Madrid, cuatro años más tarde en 2019. Y probablemente no lo hubieran hecho sin el tesón de Isabel y Jesús, matrimonio de jubilados de banca que desde hace cinco años buscan los casos, los documentan, piden la piedra a la fundación de Demnig en Alemania y tramitan los permisos con las juntas de distrito para proceder a su instalación.

Un operario coloca una de las piedras de homenaje en el distrito de Salamanca el pasado 27 de junio.

Un operario coloca una de las piedras de homenaje en el distrito de Salamanca el pasado 27 de junio. / STOLPERSTEINE MADRID

Ninguno de los dos tiene entre sus familiares a nadie que pasara por los campos nazis, pero conocieron la iniciativa y poco a poco se fueron implicando. "Nuestra hija estaba estudiando en Wintherthur, en Suiza, y fuimos a visitarla", cuentan. "Antes había estado en Friburgo estudiando alemán y nos sugirió que fuéramos a conocer la ciudad. Y allí fue donde vimos las primeras. Nos pareció una forma muy bonita, muy impactante, de recordar a las personas".

Visita a Mauthausen

La primera idea que se hicieron es que servían para honrar la memoria de los judíos, pero luego descubrieron que no. En 2015, cuando se colocaron en Navás, cayeron en la cuenta de que también podían servir para homenajear a los españoles represaliados, fundamentalmente republicanos que salieron al exilio durante o tras la guerra civil. Ese mismo año habían viajado a conocer el campo de Mauthausen. "Nos impresionó mucho y, a partir de entonces, intentamos de alguna forma que se pusieran en la ciudad en la que vivimos, que es Madrid", explican.

A partir del Libro Memorial. Españoles deportados a los campos nazis (1940-1945), de Benito Bermejo y Sandra Checa, editado por el Ministerio de Cultura de España en 2006, han llegado a identificar a hasta 450 nacidos en Madrid que pasaron por los campos, pero su intención es extenderlo a vecinos de Madrid, no solo a los nacidos, lo que con las pesquisas realizadas hasta la fecha eleva el número a 625. Para verificarlo rastrean los padrones históricos en el Archivo de la Villa o entre los ficheros digitalizados de los archivos Arolsen, el mayor centro de documentación del mundo sobre los campos nazis. "Al mismo tiempo, tratamos de buscar a familiares de esos deportados que, sin habérnoslo pedido, sabemos que estuvieron en algún campo, ya sobrevivieran o fueran asesinados allí", relata Isabel.

También son ellos los que se encargan de pedir las Stolpersteine a la fundación que las elabora en Alemania. Las piedras en cuestión son un cubo de 10x10x10 centímetros de cemento con una lámina de latón sobre la que se graba la inscripción memorial. "La lámina es muy fina, se curva y al sumergirse en cemento fresco queda ya un bloque", detalla Jesús. Cada lámina la graba a mano, golpe a golpe, una sola persona a un ritmo de unas 400 o 450 al mes, lo que explica que desde Madrid se haga un máximo de una treintena de peticiones al año. Cada piedra tiene un coste de 132 euros.

Las primeras, en 2019

Y luego está la tramitación con el Ayuntamiento. Cada colocación tiene que ser aprobada en el pleno por la junta de distrito correspondiente, lo que retrasa considerablemente el proceso. Aun así, señalan Isabel y Jesús, todas las aprobaciones se han realizado por unanimidad de todos los grupos políticos. Las juntas de distrito, además, se hacen cargo de la pequeña obra que supone empotrar el adoquín en la acera.

Fruto de ese empeño, las ocho primeras Stolpersteine se colocaron en Madrid el 26 de abril de 2019. Para ello vino desde Alemania el propio Demnig. "Ahora ya no, pero antes de la pandemia, el artista [que hoy tiene 76 años] obligaba de alguna forma a que en el lugar que se fuese a colocar una piedra por primera vez fuera él quien lo hiciese. Venía por sus propios medios, lo hacía sin cobrar nada. Era una forma de deferencia, de respeto o de homenaje a cada ciudad que se incorporaba", afirman Jesús e Isabel, que no suelen dar sus apellidos y prefieren no aparecer fotografiados. "En aquella ocasión no contábamos con mucho tiempo porque llegó en su furgoneta, tenía que poner una en Madrid y otra en Moralzarzal y posteriormente dirigirse a Francia".

El artista alemán Gunter Demnig, creador del proyecto 'Stolpersteine'.

El artista alemán Gunter Demnig, creador del proyecto 'Stolpersteine'. / STOLPERSTEINE MADRID

La primera que se instaló, concretamente, fue, en el número 20 de la calle Bravo Murillo, la de Enrique Calcerrada Guijarro, combatiente republicano que huyó a Francia y acabó cuatro años encerrado, primero en Mauthausen y luego en Gusen, de donde fue liberado el 5 de mayo de 1945. De aquella colocación nació además un bello compromiso. Calcerrada había escrito un libro con sus experiencias que se había editado a muy pequeña escala, apenas para la familia. Esther, su sobrina nieta, no conocía su historia, pero cuando la supo y cayó en sus manos el libro se propuso conseguir que se reeditara ese libro. No solo lo consiguió sino que se va a traducir al alemán y al francés. Tanto ella como su tío Henri, hijo de Enrique, han donado todos los beneficios de ese libro para el proyecto de Stolpersteine en Madrid. "Buena parte de las piedras que hemos ido poniendo hasta ahora se han financiado por ellos", desvelan los impulsores. El resto con la venta de pins, donativos o directamente alguna familia compra la piedra.

Más de un centenar el año que viene

Cinco años después, la cifra ha llegado a 89 y superará el centenar el año que viene. "Esperamos que haya una colocación muy especial a finales de septiembre o principios de octubre porque vendrá una familia desde Australia", adelanta Jesús. "Además prevemos colocar, también a partir de septiembre, otras dos en el distrito de Salamanca y siete en el distrito Centro que ya tenemos aprobadas. Y seguimos pendientes de los permisos de otras cinco juntas municipales para colocar 22 más que ya tenemos en casa".

Varias 'piedras del tropiezo' en recuerdo de vecinos madrileños represaliados por el nazismo.

Varias 'piedras del tropiezo' en recuerdo de vecinos madrileños represaliados por el nazismo. / STOLPERSTEINE MADRID

A veces incluso coinciden dos en el mismo portal sin que se trate de hermanos. Ocurre, por ejemplo, en el número 5 de la calle Rufino Blanco, donde se da la circunstancia, además, de que hay otra en el número 7. O en Huerta del Bayo, 5, en Lavapiés, donde el 2 de julio de 2021 se pusieron las piedras en recuerdo de Manuel Nieto Sainz y Juan García Acero. Los dos fueron asesinados en Gusen con menos de dos semanas de diferencia. Los descendientes de García Acero no sabían qué había sido de él hasta que a mediados de los años 60 fueron los de Manuel Nieto los que le confirmaron su final trágico.

La hija mayor de García Acero quiso que, a su muerte, trasladaran sus cenizas hasta Gusen, un deseo que cumplió su hijo, el nieto del militar republicano asesinado en el campo de concentración nazi. En ese viaje le acompañaron, entre otros, Isabel y Jesús.

"Nunca pensábamos que íbamos a llegar tan lejos", asegura Isabel, quien además va colgando en la cuenta de Instagram @istolpersteine las pequeñas biografías que elaboran ella y su marido de cada víctima homenajeada en colaboración con las familias. "Al fin y al cabo, nosotros lo que queríamos era que el proyecto, ya que había llegado a España, se materializase también en Madrid, pero pensando que después surgirían más voluntarios para seguir con el trabajo, pero no nos ha surgido ninguno...". En lugares como Cataluña, por ejemplo, es el Memorial Democràtic, una institución de la Generalitat, la que se encarga de encauzar las peticiones de las familias a la Fundación Stolpersteine y de seguir todo el proceso.

No surgieron otros voluntarios, pero ellos perseveran. "Una de las cosas que más nos gustó de este proyecto es que, además de lo que tiene de impactante, es que es igual para todos: la piedra es la misma, de 10x10x10 cm para Ana Frank que para cualquier otro. Y aunque el motivo por el que empezamos es ese, que nos gustó, que nos pareció bonito y emocionante, ese motivo hoy ha cambiado radicalmente", concluyen. "Hoy sabemos lo que esto representa para las familias y eso nos anima a seguir mientras tengamos fuerzas. No es más que un pequeño homenaje, que sí, lleva su trabajo, pero es algo pequeño, algo humilde. Pero algo que no les ha hecho nadie nunca hasta ahora".