Opinión | LIMÓN & VINAGRE

Steve Bannon, el endemoniado charlatán político

Cabe recordar que la pena que Trump perdonó no era ninguna nimiedad. Recordarán que una de las ideas locas del presidente fue construir un muro a lo largo de toda la frontera con México

Steve Bannon.

Steve Bannon. / EPE

En uno de sus juguetes mediáticos, el pódcast llamado 'War Room', Steve Bannon dijo esto: “Mañana, todo el infierno soltará su furia”. Hay que tener en cuenta que lo dijo el 5 de enero de 2021. La llegada del infierno que pronosticaba, inflamaba o profetizaba era al día siguiente, el 6 de enero. Y llegó, ciertamente. En Washington, una turba de inflamados partidarios de Trump, tras la arenga del todavía presidente, asaltó el Capitolio. En resumen, Bannon sabía qué se cocía en la caldera de los demonios enfurecidos. O mejor: era él mismo quien atizaba el fuego.

De hecho, toda su vida se ha dedicado a este trabajo: atizar el fuego de las calderas. Como es natural, la comisión bipartidista del Congreso le citó para declarar sobre los hechos del Capitolio. Él se negó. En octubre de 2022 fue condenado a cuatro meses por desacato y desobediencia, pero fue alargando el proceso con apelaciones hasta que, ahora, un juez federal ha decidido que ya era suficiente, que la sentencia era firme y que debía entrar en prisión el próximo día 1 de julio. Veremos qué ocurre. Veremos cómo las gasta, el señor Bannon, especialista consumado en tirar la piedra y esconder la mano. En ese mismo enero de 2021 evitó una condena por fraude gracias a la intervención divina (¡bueno, presidencial!) de Trump. 

Justo antes de dejar el cargo a regañadientes, concedió un indulto al que había estado el cerebro de la campaña electoral de 2016. La condena estaba ahí, pero también el indulto del amigo, con quien tuvo tiempo de diseñar la estrategia del “nacionalismo económico” (el eufemismo preferido de Bannon para no decir supremacismo blanco), o de comentar que ante los ataques neonazis de Charlottesville (en 2017) todas las partes tenían algo de culpa en la trifulca revestida de tragedia. Luego, Trump se enfadó con Bannon porque el asesor había dicho que la hija Ivanka era “una mema”, pero también volvieron a ser colegas cuando Bannon participó activamente en la campaña electoral para el Congreso y el Senado (la llamada Midterm, a mitad de camino del mandato presidencial, en el 2018) y, sobre todo, en la estrategia para hacer creer que la victoria de Biden era espuria y que era necesario un asalto al Capitolio y un golpe de estado para revertirla.

Cabe recordar que la pena que Trump perdonó no era ninguna nimiedad. Recordarán que una de las ideas locas del presidente fue construir un muro a lo largo de toda la frontera con México. Para evitar excesivos gastos al contribuyente, Steve Bannon y varios colegas se inventaron la campaña 'We build the wall', que consistía en recaudar fondos de los ciudadanos comprometidos y concienciados contra la invasión de los mexicanos y de otros enemigos de la raza aria. Aunque prometió que el gesto era altruista, lo cierto es que Bannon se embolsó un millón de dólares, lo que, como es fácil de entender, no solo era un delito, sino una estafa descarada a los compatriotas blancos que compraron su ideario.

El personaje es así. Podríamos llamarle, como mínimo, amoral. También hiperactivo y calculador, bajo la apariencia de uno de esos vagabundos con barba de tres días a los que un alma caritativa daría cincuenta céntimos si lo viera tumbado en una manta en la calle. 'Sloppy Steve' (descuidado, desordenado) dijo de él el propio Trump. Pero no nos engañemos. Tras el disfraz de las chaquetas Barbour y la melena indómita, del hombre que consume sin cesar Red Bull y Coca-Cola, hay un tipo enigmático y malévolo, un Rasputín que, como mínimo, querría ser “la Leni Riefenstahl del Partido Republicano”. Para hacerse una idea, el documental 'Steve Bannon: el gran manipulador', de Alison Klayman. Quiere ser el retrato de un “charlatán político invernal”, como escribió David Fear en la revista Rolling Stone, pero él trata de convertirlo en un dietario ditirámbico, una manipulación apologética de su ideario.

Se centra en las elecciones europeas de 2019 y en su desembarco en Europa, sobre todo en la Italia de Salvini y Meloni. “La verdadera batalla”, dice, “está en Bruselas” y el objetivo es “ganar y apoderarnos, una minoría endurecida y selecta, del Estado; después, destruirlo”. El Bannon inmutable y omnipresente, que viaja y habla compulsivamente por teléfono, debería ir a prisión este julio. También debería ir Trump, al parecer. Sin embargo, es probable que los dos amigos se reencuentren de nuevo en una campaña presidencial. Como dice él mismo, "vale la pena dedicar la vida a la revolución".