Opinión | El LÁPIZ DE LA LUNA

¿Qué clase de persona quieres ser?

Antes creía que el dolor unía a la población; sin embargo, ahora pienso que nos vuelve más egoístas de lo que ya por naturaleza somos

Transeúntes en una calle de Valencia.

Transeúntes en una calle de Valencia. / J. P.

En una escena de la película La naranja mecánica se ve al protagonista, junto a su séquito, adentrarse en un puente mientras se escucha la voz en off de Alex DeLarge diciendo «Algo que nunca he podido soportar es ver a los viejos borrachines, mugrosos y asquerosos, aullando las asquerosas canciones de sus padres […] Nunca soporté ver a alguien así y nunca me importó la edad que tuviera […]». La escena continúa con las imágenes de aquella pandilla apaleando al indigente. En la zona en la que vivo hay un señor al que todos los vecinos estamos acostumbrados. No se mete con nadie y suele ofrecerse para lavarte el coche o para llevarte las bolsas a cambio de un par de monedas. Si se pone en la puerta del supermercado, casi siempre hay quien le saca algo de comida. Al final, P. se ha convertido en parte de nuestro día a día. La otra tarde me lo encontré más sucio y pálido de lo habitual. Nos saludamos como de costumbre y me contó que la noche anterior habían intentado quemarlo mientras dormía. Que si no llega a ser por los gritos de un compañero con el que comparte chaflán hubiese quedado reducido a cenizas. Me mostró las manos de dedos chamuscados. Llenos de bolsas y ennegrecidas por el fuego. Yo también palidecí un poco e inevitablemente recordé aquella escena de una de las películas que he admirado y odiado a partes iguales.

No voy a decirles que no entiendo el mundo en el que vivo porque realmente no lo he entendido nunca. Pero sí he de reconocer que actualmente me da más miedo que antes. Sé que las agresiones a personas que viven en la calle son más viejas que mear de pie, pero, en teoría, las cosas que se vienen haciendo mal por sistema deberían mejorar a la par que, supuestamente, mejoramos como sociedad. Se nos llena la boca hablando de progreso.

¿A qué tipo de progreso nos referimos? Porque en Canarias tenemos una de las tasas más altas de abuso sexual infantil. 3 de cada 10 niños sufren este tipo de agresión, la mayoría de las veces por parte de un familiar. El año pasado en nuestra comunidad se recogieron 199.166 denuncias por violencia de género y no me vale que los de «Vox» o los de Se acabó la fiesta me salgan con argumentos manidos de que no sé cuántas de esas denuncias eran falsas. Por otro lado, también el año pasado, Canarias fue la quinta comunidad autónoma con mayor tasa de abandono escolar con un 15,1%, y no nos olvidemos de que tenemos un 33,8% de pobreza, aunque estoy segura de que la cifra es mayor porque no están contabilizando a personas como P. miembro de una población que no está registrada por servicios sociales ni por ninguna ONG. Además, tampoco se cuenta a las mujeres en situación de prostitución, que ya les digo yo que su contexto es preocupante. Y ya si a todo esto le sumamos que en cuatro días han llegado a nuestras costas casi mil inmigrantes, ¿me explican ustedes de qué progreso hablamos?

Antes creía que el dolor unía a la población; sin embargo, ahora pienso que nos vuelve más egoístas de lo que ya por naturaleza somos. Inmolar a otro ser humano porque desde el púlpito de tu repugnante visión del mundo crees que la vida de un indigente vale menos que la tuya me genera mucho dolor. Esa es la única respuesta que nos debe despertar una noticia así. Ser buena persona no es fácil. Requiere constancia, compromiso, autocrítica, responsabilidad, pero siempre tiene recompensa, aunque sea una mirada de agradecimiento. En cambio, ser mala persona no requiere ningún esfuerzo, tampoco ningún premio. ¿Qué clase de persona quieres ser?