Opinión | DEPORTE Y POLÍTICA

Mbappé habla en el campo (y fuera del campo)

A diferencia de los escritores, los deportistas sí tienen una influencia real en el voto. Y, aún más, en el voto joven

El jugador francés Kylian Mbappé

El jugador francés Kylian Mbappé / PI STUDIO

En una charla en la Feria del Libro de Buenos Aires, Jordi Puntí y Martín Kohan se enzarzaron en una cordial discusión sobre Messi. Al genio argentino (y aquí me refiero, sin ironía, a Kohan) le resultaba difícil bancar a un futbolista que apenas hablaba, uno de los dones del país. Aquello sucedió antes del covid, pero sobre todo antes de que la albiceleste ganara el Mundial, así que el aplauso al delantero allí no era tan unánime. Aunque Puntí contraatacó yo, desde el público, no podía parar de masticar mi réplica: “Messi no habla… ¡porque habla en el campo!”.

De hecho, poco antes, Messi le había prometido al Camp Nou que diría algo cuando regresaran con la Champions. Cuando lo hicieron, en la celebración en el estadio, le pasaron el micro y todo el mundo se preparó para el primer gran discurso: “La verdad es que no tengo nada que decir”, dijo. Yo pensé: claro, porque ya lo has dicho todo en el césped.

Eso era puro y llano forofismo culer por mi parte, porque secretamente siempre he deseado que el mejor de la historia fuera un pelín más locuaz, cuando no comprometido, ante los micrófonos como otros ídolos de la historia.

Todo esto viene al hilo de la llamada de Mbappé a la juventud francesa para evitar con su voto la victoria definitiva del fascismo y la extrema derecha en su país. El tipo será la estrella del Madrid, pero hay que reconocerle el buen gesto, así que a partir de ahora separaré con gusto la obra (los goles) del artista (sus opiniones).

Sin embargo, muchos, incluso el portero de la selección española, han corrido a afearle el discurso. Un futbolista, según muchos, solo tiene que hablar de fútbol. Es curioso afirmar esto en 2024, cuando más que Homo Sapiens somos Homo Tertuliano, cuando todo el mundo opina de todo. Con esto, muchos parecen desear a futbolistas que sean tan humanos como su avatar en el Fifa o pedir que sean castrati morales, solo aptos para usar los pies (y dar patadas al balón) y no la cabeza (decir ALGO).

Es curioso, digo, porque es como pedir que los jardineros solo puedan opinar de los gladiolos, los médicos del pecho cargado, los camioneros de normal o sin plomo, los basureros de si contenedor azul o amarillo, los contables de retenciones de IRPF. Como si las cajeras de supermercado solo pudieran mirar a otro lado (cuando pones el PIN) y las profesoras de primaria hablar sobre habilidad lectoescritora y los 'influencers' sobre vaya usted a saber. Algo así como pedir que nadie pueda tener una opinión política, salvo los estudiantes de Ciencias Políticas. Ya puestos, por qué no pedir que solo voten ellos. O, mejor aún, que no se vote. Oh, espera, que algunos ya andan pensando en eso.

Es increíble cómo se valora altísimamente (demasiado, diría) la opinión política de un cantante o de un novelista, tan válida como la de casi todas las profesiones anteriores, pero se dice que un deportista solo debería hablar de remates, Reflex y chándales. La razón es clara: ellos, a diferencia de los escritores, sí tienen una influencia real en el voto. Y, aún más, en el voto joven.

Que antes Sócrates o recientemente Jürgen Klopp, o Toni Kroos en el Mundial, se hayan expresado abiertamente tiene mucho de bueno. Sobre todo, porque ni Mbappé ni varios de su selección se dedican a opinar sobre una imposición tributaria, sobre la peatonalización de una calle o sobre un decreto ley para agilizar algo, que podrían. Simplemente, han reaccionado como ciudadanos (y en el caso de algunos, como personas racializadas) contra unas ideas fascistas de los que querrían verlos, paradójicamente y por interés, dentro de la selección de su país, pero fuera de su país.