Opinión | LITERATURA

El libro de Laura Fernández que salvará el mundo

Su nuevo ensayo es una batalla contra la literalidad del mundo, contra la vida como puzle (una vez completado no solo aburre, sino que no tiene sentido), contra la jactancia antropocéntrica, la egomanía panxacontenta y el consenso cobarde

Laura Fernández, en el lago Ness, en 2023

Laura Fernández, en el lago Ness, en 2023 / Archivo Laura Fernández

Hay un monstruo en el lago y hay un misterio detrás de esa puerta y hay un secreto en el último párrafo de esta columna. Puede que lo que descubras si miras el lago, si abres la puerta o si sigues leyendo sea horrible o que sea esplendoroso. Si no lo haces, te sentirás seguro y apagado. Si se impone la curiosidad, más vulnerable pero también más vivo.

Voy a dejar esta línea, que es un cortafuegos, para que decidas.

Laura Fernández acaba de publicar el ensayo Hay un monstruo en el lago (En Debate), una joya donde explora la historia de Nessie, ese presunto plesiosaurio que vive en el más famoso loch escocés. Se remonta al primer avistamiento, en el año 565, y se fija en los que persiguieron sus jorobas y sus aletas de diamante: disidentes de la realidad cartografiada, turistas, periodistas y hasta delfines que estuvieron en Vietnam. Ella misma fue al lago hace unos meses con su familia. Su hija Sofía no subió al barco, porque tenía miedo de que el monstruo se la comiera. Dicen las escrituras que dios revela a los niños lo que nos ocultan los sabios.

Los monstruos esperan más allá de los límites de lo conocido. Son las criaturas del Aquí hay dragones de los mapas medievales y también de los mentales. Y los que buscan esos monstruos son héroes, así que Fernández es una heroína, con una curiosidad tan contagiosa como su risa y tan valiente como profunda es su mirada. Valiente porque nadie quiere descubrir que el sol no gira alrededor de la Tierra, ya que eso significa que el hombre es un ácaro insignificante que no está en el centro de todo. Ni que en realidad proviene del mono o que, de hecho, es un mono vestido (en cierto modo, un monstruo como King Kong). Ni que existen los monstruos, de todo tipo. Pero si el humano es distinto es porque siempre ha tenido el don de imaginar qué sucede más allá de lo que el resto acepta y tolera. Algunos olvidan que el científico más famoso de la historia, además de sacar la lengua en las fotos, dijo que “la imaginación es más importante que el conocimiento”. Todo conocimiento es nieto de una hipótesis fantástica.

Así que Fernández persigue a un monstruo para salvar a la humanidad. Es la exploradora con salacot, la arponera de la soberbia contemporánea y el Atreyu de La historia interminable, que quiere defender el mundo de Fantasía, pero que no podrá hacerlo si Bastián deja de leer. Los 'nessie hunters' desaparecían del mundo real para buscar a esa criatura; el escritor (y su pareja de baile, el lector) también desaparece para buscar lo que este monstruo representa.

Pero el agua del lago Ness es negra, casi opaca. Y a la gente, hoy, solo le interesa el agua cristalina, espejo que le muestra su cara: somos Narcisos y ya sabemos cómo acaba ese mito (el tipo se ahoga por mirarse demasiado en el río). Por eso Fernández se entristece un rato en el lago: los turistas del barco parecen aburridos, porque solo ven agua oscura (el mundo es un decorado para su selfi y no una selva de posibilidades donde imaginar la maravilla).

Todo, parece decirnos la autora, que sabe que la literatura es mirada, depende de cómo lo mires. Y este libro es una batalla contra la literalidad del mundo, contra la vida como puzle (una vez completado no solo aburre, sino que no tiene sentido), contra la jactancia antropocéntrica, la egomanía panxacontenta y el consenso cobarde. A favor del mundo como lugar literario y no literal. A favor de la ingenuidad pasada como sabiduría futura. A favor de los que entienden que el tesoro no importa tanto como el mapa del tesoro. A favor de los que saben, como Jack London, que contar la vida solo a partir de lo que han visto nuestros ojos es como “intentar volar tirando de las lengüetas de nuestras botas”.

Hay un monstruo en ese lago, porque no hemos parado de imaginarlo. Abre la puerta, porque hay un misterio ahí, aunque tengo una noticia: los enigmas los resuelve la razón, pero los misterios, si lo son de verdad, son irresolubles. La cosa es que sin haberlo intentado no habrías llegado al secreto de este último párrafo: hay en las librerías un ensayo que viene a salvar el mundo tal y como lo conocemos y, sobre todo, tal y como lo desconocemos. Sin ese monstruo, sin ese misterio, sin ese secreto, sin este libro, que solo habría podido primero imaginar y luego escribir Laura Fernández, sin su mirada, que es una linterna única, el futuro es un pantano indiferente y oscuro.

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