NATURALEZA EN CANTABRIA

Piden a los turistas de Cabezón de la Sal que no abracen a las secuoyas porque dañan un 'bosque' único en Europa

El alcalde de la localidad alerta de la "masificación descontrolada" de turistas que en algunos casos dañan los árboles: "Uno de cada diez se lleva cortezas de las secuoyas"

Las administraciones estudian controlar de alguna manera el acceso para evitar más daños a un 'bosque' único en Europa

Vista de la masa de secuoyas en el 'bosque' de Cabezón de la Sal.

Vista de la masa de secuoyas en el 'bosque' de Cabezón de la Sal. / TURISMO DE CANTABRIA

Roberto Bécares

Roberto Bécares

Cada año son más los turistas que acuden al bosque de secuoyas de Cabezón de la Sal (Cantabria). “Ya venía gente antes, pero desde la pandemia ha habido una masificación descontrolada. Calculamos que ahora pueden estar viniendo al año 100.000 personas”, admite a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA Óscar López, alcalde este municipio cántabro de 8.400 habitantes conocido por albergar la mayor plantación de toda Europa de secuoia sempervirens, una especie originaria de EEUU inhabitual en nuestro continente.

La cerca de 850 secuoyas se extienden a lo largo de 2,5 hectáreas del Monte Corona, a escasos kilómetros de Cabezón. Pese a ser un espacio natural protegido de Cantabria, declarado Monumento natural, e incluido en la Red de Espacios Naturales Protegidos de Cantabria, el bosque no tiene ni aforo limitado ni vigilancia. Y algunos turistas están actuando de forma poco ética.

Daños

“Calculamos que dos de cada diez abrazan una secuoya, que no es algo beneficioso para el árbol, y uno de cada diez se lleva una corteza”, afirma el alcalde sobre una práctica extendida entre los visitantes y que, según los grupos ecologistas, va en detrimento de la masa forestal.

Vista de una parte del monte de Cabezón, donde hay espectaculares secuoyas que miden hasta 40 metros

Vista de una parte del monte de Cabezón, donde hay espectaculares secuoyas que miden hasta 40 metros / TURISMO DE CANTABRIA

“Todos quieren abrazar un árbol y eso multiplicado por cientos de personas que lo hacen al día hace mella en las secuoyas”, señala a este periódico Emilio Carrera, portavoz en Cantabria de Ecologistas en Acción, que recuerda que llevan tiempo solicitando a las administraciones que se “tomen las medidas oportunas para evitar su deterioro y garantizar su conservación”. “Esperemos que se tomen medidas en breve”, añade Carrera, que asegura además que la propia masa empieza a verse afectada porque al ser tan “monumentales” los ejemplares -algunos miden ya 40 metros, aunque pueden alcanzar 115 y vivir más de mil años- y estar tan juntos “les entra poca luz”.

Plantación experimental

La historia del bosque se remonta a los primeros años del franquismo, la década de los 40, cuando, a modo de experimento, se impulsó desde el Estado plantaciones de especie no propias de la zona para reducir la gran cantidad de importación de madera que se traía de fuera. También se plantaron por esta zona robles americanos, castaños japoneses, o eucaliptos.

Curiosamente, pese a salir adelante y tratarse de una especie con una madera ligera, de buena calidad y sin casi resina, las secuoyas no se talaron y ahora se han convertido en un espacio único, un remanso de paz similar al que maravilla en los boques de California, entre otros lugares de EEUU. Un espacio único y cada vez más conocido, lo que indefectiblemente causa problemas al ser un entorno natural. 

“No solo se producen daños en las cortezas, sino que del tránsito de los visitantes quedan al aire las raíces. Hay gente que se sale de los caminos marcados, además, o que tira basura al suelo. Se comportan de manera inadecuada”, insisten desde Ecologistas en Acción. Recientemente, tal y como reveló Diario Montañés, una iniciativa vecinal anónima ha colocado carteles alertando de que no se debe abrazar a las secuoyas mientras las administraciones trabajan en un plan.

Vista del bosque de secuoyas de Cabezón de la Sal.

Vista del bosque de secuoyas de Cabezón de la Sal. / TURISMO DE CABEZÓN DE LA SAL

El alcalde de Cabezón explica que hace tiempo ya se pusieron en contacto tanto con la Consejería de Turismo como de Desarrollo Rural para encontrar las mejores medidas para proteger este espacio, que está en monte público, empezando por “establecer un control de acceso”, sin cobrar por ello, como ocurre en la Playa de las Catedrales de Lugo o en la ermita de San Juan de Gaztegulatxe en Bermeo. Una de las ideas con las que trabaja el gobierno cántabro es un proyecto de pasarelas que limite el acceso a zonas determinadas del bosque, pero “es un proyecto muy ambicioso y muy caro”. Tanto administraciones como vecinos y ecologistas tienen claro que algo hay que hacer para proteger este tesoro natural.