REPORTAJE

La silenciosa revolución que empezó con un grito: ¡Towanda!

'Tomates verdes fritos', la novela en la que se basó la mítica película, que llevaba años descatalogada en España, vuelve a las librerías de nuestro país. En ella, la escritora Fannie Flagg, que firmó también el guión del filme, se atrevió a contar una historia de amor entre dos mujeres en el sur de Estados Unidos con el machismo, el racismo, el clasismo y la injusticia social como trasfondo

Fotograma de la película 'Tomates verdes fritos', adaptación de la novela de Fannie Flagg.

Fotograma de la película 'Tomates verdes fritos', adaptación de la novela de Fannie Flagg. / EPE

Inés Martín Rodrigo

Inés Martín Rodrigo

Me acuerdo de la primera vez que vi Tomates verdes fritos. Me acuerdo de que era un sábado por la tarde, pero no recuerdo el mes ni el año, hará ya más de una década. Me acuerdo de haber pensado que aquel era un título horrible, porque era imposible, aunque nunca la hubiera probado, que me gustara una receta así. Me acuerdo de lo mucho que disfruté la película, y de que no paré hasta que encontré un restaurante en el que servían aquella receta, que me chifló.

Me acuerdo de haber gritado "¡Towanda!", como hace el personaje de Kathy Bates rebelándose ante la indiferencia de su marido. Me acuerdo de haber charlado con pasión sobre el filme sin pretender indagar más en por qué se había quedado en la superficie de una relación entre mujeres que yo intuía era -debía ser- mucho más que amistosa. Me acuerdo de haber buscado la novela de Fannie Flagg (Birmingham, Alabama, 1944) en la que está basada la película. Me acuerdo de no haberla encontrado, porque en aquella época no estaba en las librerías españolas.

Me acuerdo de la alegría, pura dicha, que experimenté cuando, hace unos meses, me enteré de que la editorial Capitán Swing iba a volver a publicar el libro en España. Me acuerdo de haberlo leído, unas semanas atrás, en pocos días, y de haber confirmado, tras esa lectura, que la novela de Flagg era mucho más valiente y atrevida y revolucionaria que la película, que se estrenó en España, en los Cines Ideal de Madrid, en 1991.

Me acuerdo de haber comprobado, en internet, que el filme estuvo muchos meses en cartel porque funcionó el boca a boca, y de haberme preguntado si quienes lo vieron entonces se plantearon lo mismo que yo al leer la novela: la modernidad de aquella historia, valiente y feminista, de amor entre dos mujeres en el Estados Unidos más profundo y machista, racista, clasista e injusto.

Educación sentimental

Todos estos me acuerdos introductorios, inspirados en el maravilloso libro de Joe Brainard (en español, hay dos ediciones recientes publicadas por Sexto Piso y por Eterna Cadencia), no en el de Georges Perec, sirven para explicar la influencia de Tomates verdes fritos en mi educación sentimental, como escritora, pero también como mujer. Una huella que esa novela, y sobre todo la película en ella inspirada, ha dejado, igualmente, en muchas autoras de mi generación, la que creció en la década de los 80 en España, y en las posteriores.

Es el caso de la ilustradora y dibujante de tebeos Carla Berrocal (Madrid, 1983), que a principios de mayo publicó La tierra yerma (Reservoir Books) y que, como yo, tira de memoria para evocar su relación con esta historia. "Era finales de los 90 cuando vi por primera vez Tomates verdes fritos por la televisión. Recuerdo el inicio con todo lujo de detalles, con esa casa sureña llena de ruido, ajetreada por una familia numerosa a puntito de boda. Tampoco olvidaré nunca el momento en el que aparece Idgie por primera vez. Se trata de un plano de sus pequeñas merceditas y unos calcetines de punto. Una herida en la rodilla asoma bajo su vestido. En apenas unos segundos, Jon Avnet describe el personaje. A continuación, baja las escaleras enfadada y se lanza sobre su hermano furiosa cuando este se burla de ella".

Para muchas mujeres, 'Tomates verdes fritos' ha sido un espejo en el que mirarse y sentirse identificada, además de un hermoso canto a las marginalidades

Carla Berrocal

— Ilustradora

Berrocal lo recuerda con esa precisión porque, en cuanto vio aquello, se sintió Idgie. "Todavía era incapaz de describir por qué, pero, dentro de mí, encontrar en la ficción un personaje con mis mismas rarezas, ser un trasto, no querer vestidos y hacer el cabra constantemente subiéndose a los árboles, fue una puerta de entrada a mi identidad, aún desconocida". Desde entonces, la ilustradora ve la película al menos una vez al año, "a veces cuando estoy triste me la pongo y me largo a llorar mientras mis labios susurran cada uno de los diálogos".

"Ruth e Idgie -continúa- han formado parte de mi educación sentimental, son mi primer referente lésbico y, aunque hay muchas detractoras de la película por no mostrar abiertamente la relación de sus protagonistas, creo que, para muchas mujeres, Tomates verdes fritos ha sido un espejo en el que mirarse y sentirse identificada, además de un hermoso canto a las marginalidades y a las redes de apoyo más allá de la familia tradicional».

Un asunto de amor

Pese a que Andrea Toribio nació una década después que Berrocal, cuando la novela llevaba ya seis años publicada, también la influyó, pero con otras coordenadas, tanto de tiempo como educacionales. Editora y escritora, hace unos meses llegó a las librerías su último libro, Niños del futuro (La Navaja Suiza), que reúne sus diarios de 2016 a 2023. "Es una exageración, pero espero que se comprenda. Tomates verdes fritos es una suerte de Cien años de soledad, solo que queer, cursi, a la norteamericana, muy norteamericana, que sucede en menos de un siglo, y a caballo entre el Whistle Stop [el pueblo de la novela] y el Semanario de Dot Weems".

La relación de Idgie y Ruth supone la distinción orgánica entre la violencia que recibe lo 'queer' desde fuera y la ferocidad del adentro

Andrea Toribio

— Escritora

Toribio destaca, además, la alianza romántica entre dos mujeres, que "va más allá de una mera relación de pareja". "Son dos personas que sencillamente se han encontrado -argumenta-, que es lo que acostumbra a suceder en el arranque de cualquier historia de amor. Lo interesante es poder asistir a ese encuentro desde la literatura, ver qué ha sucedido ahí; que la trama no se detenga porque sean dos mujeres; que quienes las rodean comprendan que es un asunto de amor, respeto, admiración y compañía, que es más de lo que muchos relatos de amor pueden decir".

Aunque la escritora da un paso más, ya que, para ella, la relación de Idgie y Ruth "supone la distinción orgánica entre la violencia que recibe lo queer, si se quiere, desde fuera y la ferocidad del adentro". Y no sólo eso. Entre ellas, como bien advierte Toribio, "media también el lenguaje de la cocina como herramienta revolucionaria para expresar cuidados, la constatación de tener un hogar y un sitio al que volver; el recogimiento íntimo y amoroso. Sus identidades son los colores del paisaje de Alabama, no extensas peroratas intelectualizadas sobre quiénes son o dejan de ser a finales de los años treinta en EEUU".

La novela de Fannie Flagg llegó por primera vez a las librerías españolas en 1992, un año después de que la película se estrenara en nuestro país.  La publicó una pequeña editorial, Ronsel, propiedad de Olegario Sotelo Blanco, un empresario de la construcción. Fue un éxito, se convirtió en un inesperado best seller, lo que provocó que, al poco tiempo, el libro pasara a integrar el catálogo del Círculo de Lectores.

Fenómeno

Blanca Cambronero, editora de Capitán Swing, explica así por qué han decidido recuperar ahora Tomates verdes fritos: "Es una novela de gran calidad literaria y con una historia muy compleja, tanto en la trama como en los diversos personajes que la habitan, en la que se plantean cuestiones que en la editorial abordamos habitualmente desde la no ficción. Por eso, a pesar de ser un texto de ficción, consideramos que su recuperación para el mercado de habla hispana era necesaria y que tenía mucho sentido dentro de nuestro catálogo".

Con respecto a la influencia literaria de la novela, Cambronero recuerda que "el fenómeno de este libro y de su adaptación cinematográfica posterior fueron algo similares, ya que no se consideraron grandes apuestas desde el inicio. El manuscrito de Flagg fue rechazado muchas veces antes de ser publicado y la película fue estrenada en muy pocas salas inicialmente". Una enorme equivocación, claro, porque tanto la novela como la película "convencieron a una mayoría que supo ver lo que muchos editores o productores no entendieron de primeras".

El valor de 'Tomates verdes fritos' es su capacidad de narrar lo violento que a veces puede ser lo cotidiano, lo asfixiante y cruel que existe detrás de muchas normas y leyes socialmente establecidas

Blanca Cambronero

— Editora de Capitán Swing

"El valor de Tomates verdes fritos -prosigue la editora- es su capacidad de narrar lo violento que a veces puede ser lo cotidiano, lo asfixiante y cruel que existe detrás de muchas normas y leyes socialmente establecidas. Frente a esto, Flagg hace un alegato bellísimo del cuidado, de las redes de apoyo mutuo, de la amistad y del amor como herramientas fundamentales de supervivencia y convivencia".

La escritora estadounidense Fannie Flagg, autora de 'Tomates verdes fritos'.

La escritora estadounidense Fannie Flagg, autora de 'Tomates verdes fritos'. / EPE

Fannie Flagg, criada en el sur de EEUU, creció y vivió con las leyes segregacionistas, el machismo, la pobreza... Como explica Cambronero, fue, por tanto, "testigo de cómo la clase, el género, el color de piel o la orientación sexual y afectiva podían marcar tu vida". Hechos que quiso reflejar en una historia inspirada, en parte, en las que les escuchó a su madre y a una tía abuela que dirigía un café en Irondale (Alabama).

"Escenificar a todas estas personas -valora la editora-, que a menudo eran violentadas o excluidas de la historia, es un acto de reparación y de memoria así como una reivindicación de la belleza, la complejidad y la felicidad de las vidas que se salen de la norma impuesta". Por ello, Cambronero considera que "Tomates Verdes Fritos es, por muchos motivos, una obra muy moderna y muy política, mucho más valiente y compleja que la película. Lo que hace Flagg en este texto es reivindicar una realidad más justa para aquellos y aquellas a quienes, a menudo, se les negaba lo más fundamental: su propia identidad, su derecho a existir y a vivir con dignidad".

La editora de Capitán Swing confía en que las nuevas generaciones de lectoras y lectores que se acerquen a la novela "puedan volverse a sorprender con el universo creado por Fannie Flagg". Y remata: "Tomates verdes fritos es un alegato de la diversidad social en el que busca deshacer el relato único en torno al amor, los afectos y las relaciones sociales en general. Hay pocos libros que aborden tantas cuestiones importantes como el racismo, la desigualdad de clase o de género, el edadismo, la violencia machista... haciendo una crítica afilada mientras te narra la bondad y la belleza de lo que persiste a pesar de todo. Es una perspectiva tan completa e, incluso con todo lo malo, tan optimista que lo hace un libro único y atemporal".

'Tomates verdes fritos'

Fannie Flagg

Traducción de Víctor Pozanco

Capitán Swing

488 páginas

26 euros