LITERATURA LGTBIQ+

El escritor Enrique Aparicio y el Orgullo rural de los que no se van de la España Vaciada: "En Madrid me han pegado, pero en mi pueblo no"

El periodista cultural y creador de los pódcast '¿Puedo hablar!' publica 'La mancha', su novela debut en la que se reconcilia con sus raíces y el lugar que le vio nacer con un alegato contra la homofobia y el miedo a ser uno mismo por el qué dirán

'La mancha', es el primer libro del periodista Enrique Aparicio

'La mancha', es el primer libro del periodista Enrique Aparicio / RODRIGO LUXON

Marta Alberca

Marta Alberca

Miradas de incomprensión. De desprecio. De odio. Esas que te marcan y viajan a lo más profundo de tu interior dejando un poso de violencia que se queda dentro. Que paralizan. Que dan miedo. Que hacen que niegues lo que eres. Enrique Aparicio (Alpera, Albacete, 1989) conoce muy bien esta sensación. “Crecí escuchando como me llamaban maricón cada día”, cuenta a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA. Su infancia estuvo marcada por ese acoso y censura de uno mismo que es la homofobia interior, las dudas y las ganas de dejar atrás su pueblo de apenas 2.000 habitantes. Pero también lo hizo con el cariño de su madre, las historias de su abuela y el deseo de su padre de que progresara y tuviera mejor vida que él. Aunque estos recuerdos quedaron sepultados en su mente durante décadas bajo capas de miedos e inseguridades. Hasta que un día se puso a escribir y la rabia se transformó en esperanza.

La mancha (Plaza & Janés) es su novela debut. Su protagonista, Valentín, vive su sexualidad bajo la atenta mirada de los vecinos Baratrillo de la Mancha. Cuando cumple la mayoría de edad se traslada a Madrid para estudiar Publicidad, y en la capital lleva la libertad por bandera. Pero una vez que termina la carrera y el máster, la crisis de 2013 le deja sin oportunidad de salir al mercado laboral, así tiene que hacer las maletas para regresar a casa de sus padres, donde vuelven el vacío y el temor. Podría ser una autobiografía, ya que el camino del autor fue muy parecido. Pero Aparicio, prefiere decir que no, que es autoficción. Lo que tiene claro es que él no es el mismo que cuando empezó a narrar con mimo esta historia.

P. ¿Qué tiene Valentín de Enrique?

R. Menos de lo que pueda parecer. Es verdad que he hecho un ejercicio de autoficción, porque al igual que yo me he buscado en otros libros, quería poner algo de realidad. Me he basado en un tiempo que yo padecí, que fue la gran crisis del años 2013, después de estudiar la carrera universitaria en Valencia y el máster en Barcelona, tenía que incorporarme al mercado laboral pero no pude. Así que no me quedó otra que hacer la maleta y volver al pueblo por un tiempo indeterminado, al igual que Valentín. No es lo único en lo que nos parecemos, he dado mucho de mí y de mi familia.

P. Y si le planteo la pregunta al revés, ¿qué le gustaría a Enrique tener de Valentín?

R. Me hubiera gustado tener las cosas tan claras a los 25 años como él. Valentín me da muchas vueltas, pero claro, el Enrique de ahora con 35 años tiene mucho que decirle, aunque solo sea por los 10 años de diferencia. Yo le he ido dejando "miguitas" para que él empiece a hacer camino, pero sin duda, él es mucho más valiente y decidido.

P. ¿Le ha reconciliado el protagonista con ese Enrique que solo quería huir del pueblo?

R. Digamos que estoy en proceso, porque reconciliación es una palabra muy absoluta en la que parece que todo ha terminado, pero a mí aún me quedan cosas por digerir de aquella época. Pero sí me ha servido para clausurar una parte de mi vida en la que yo he estado muy dolido y enfadado con mi pueblo y mi familia. He tenido una relación muy traumática con mi adolescencia, y la culpa no es de ellos, sino de las normas sociales que yo tenía interiorizadas como la homofobia.

P. Muchas personas del colectivo LGTBIQ+ se marcharon como Valentín a la gran ciudad para poder ser ellos mismos, pero ¿por qué no se puede ser libre en el lugar dónde naces?

R. Yo creo que hay dos razones fundamentales. La primera porque nos lo han enseñado así, no es casualidad, casi todas las personas del colectivo que no somos de una ciudad grande hemos experimentado este sentimiento de desarraigo de nuestra raíces. Por otro lado, si tú sufres homofobia, soledad o incomprensión en un barrio de las afueras de Madrid, tienes un autobús o un metro que como mucho en 20 minutos te facilita una escapatoria para salirte de ti mismo, pero en un pueblo no, y menos en uno pequeño como el mío. Te sientes señalado, no sabes cómo salir de ahí, y eso hace que todo se sienta mucho más inmediato. Por eso, Valentín no se atreve a ir más allá de la puerta de su casa. Así que aplaudo a la gente del colectivo LGTBIQ+ que no se creyeron eso que nos dijeron de que te tienes que ir a ese mítico lugar en el que no te conoce nadie y se quedaron en su hogar, porque así lo quisieron.

P. ¿Ha evolucionado La Mancha? ¿Es un entorno amable con el colectivo?

R. No es La Mancha en concreto, es la sociedad lo que ha evolucionado porque el colectivo también lo ha hecho, a pesar de que las reacciones políticas son muy agresivas. Cuanto más avanzamos en derechos, más se enfada la ultraderecha con discursos cada vez más peligrosos. Pero a pesar de todo esto, prefiero quedarme con que soy una victoria, porque el hecho de que yo pueda ir por mi pueblo paseando por la calle con mi novio de la mano, significa que hemos avanzado.

Lo que no quiero es regalarle a Ayuso el vivir con miedo, aunque me haya tenido que enfrentar a un conato de agresión por homofobia"

Enrique Aparicio

— periodista y autor de 'La mancha'

P. ¿Y Madrid? ¿Es un lugar seguro para el colectivo?

R. A mí nunca me han pegado en Alpera, pero sí en Madrid y en Valencia. Lo que no quiero es regalarle a Ayuso el vivir con miedo, aunque me haya tenido que enfrentar a un conato de agresión que no se puede calificar de otra manera que como homófobo. Los clichés son muy difíciles de desmontar y con La Mancha no han sido muy amables que digamos. Además, ahora Vox está empatizando mucho con ese discurso de apoyo al campo, y eso es peligroso. Esta gente es muy lista, están capitalizando muy bien esa especie de sentimiento rural que tiene que ver con lo conservador y lo tradicional. Pero animaría a muchos de ellos a que se pongan a labrar tierras, porque la mayoría de los que participan en las tractoradas no las han pisado en su vida. Les invitaría a darse una vuelta por cualquier pequeña localidad y vieran cómo es la vida allí, porque hay gente del colectivo que están incluso en cargos del ayuntamiento, y ya no solo eso, en los edificios municipales cuelgan la bandera arcoiris sin ningún tipo de pudor y en Madrid no.

P. No responde a la realidad de los pueblos…

R. Claro que no. A mí me han llamado de muchas pequeñas localidades de mi zona para presentar el libro durante los actos del Orgullo, sin embargo, en Madrid no me están haciendo caso con este libro. Hay mucho movimiento asociativo en la España Vaciada y están trasformando estos lugares, en los que no hay ni más ni menos homofobia, pero al ser más pequeños tenemos ese concepto de vigilancia.

P. ¿Le ha escrito algún chaval de La Mancha para decirle que se ha sentido identificado con la historia?

R. Sí, y es lo más agradecido. Hace unas semanas me escribió un chico diciendo que esta lectura le había cambiado la forma de ver su vida y la relación que tiene con su pueblo. Me decía que había decidido repensar esto y afrontar sus vueltas a casa con otro punto de vista más positivo. La novela tiene una parte de testimonio que me encantará saber que hay lectores para los que está siendo un reflejo donde mirarse.

P. Otro tema que se trata mucho es el feminismo a través del personaje de Ramona, ¿le criaron en un ambiente de igualdad?

R. Absolutamente no. No puedo culpar a mis padres ni al resto de mi familia por ello. Al igual que le pasa a la madre de Valentín, la mía se dedicaba unicamente a las tareas domésticas, no había ningún debate de quién las tenía que hacer. Hay un claro componente de género, pero también de clase, porque en este caso, los padres del protagonista se han esforzado mucho para que sea una persona completamente distinta a ellos, y que su vida no tenga nada que ver con la suya.

P. Precisamente, el marco de la novela es un momento histórico muy concreto, una crisis que se cebó con esa primera generación que se supone que era la más preparada… Nos metieron en la cabeza que si no teníamos un trabajo, un piso y una pareja no éramos nada, ¿siente que ha fracasado?

R. En ese tiempo de suspenso cuando terminé los estudios y no tenía trabajo me sentía así. Nos habían vendido el cuento de que si tú te esforzabas y sacabas buenas notas, ibas a tener un buen sueldo. Pero con la crisis económica fracasamos antes de empezar. Todas esas promesas incumplidas forman parte de nuestra generación, seguimos pagando las consecuencias, y hay algo dentro de nosotros que hace que nos auto explotemos laboralmente para ver si se cumple esa promesa.

P. ¿Si volviera a nacer le gustaría ser manchego?

R. Claro que sí, no tengo dudas. El libro me ha ayudado a sembrar un concepto de la identidad manchega que yo nunca había tenido. Estaba muy confundido con la imagen que se proyecta de nuestra tierra, se dice que somos pobres y paletos, y te lo acabas creyendo. Es un sentimiento que está florenciendo después de muchos años en barbecho, y eso me hace feliz.