Opinión | LIMÓN & VINAGRE

Israel Katz, furia mosaica

Es uno de los halcones del Gobierno judío, por supuesto, que para eso es ministro de Exteriores de Netanyahu

Israel Katz, ministro de Exteriores del gobierno Netanyahu.

Israel Katz, ministro de Exteriores del gobierno Netanyahu. / EPE

Estos días se me antoja particularmente conveniente la lectura de un libro a la vez deslumbrante y tenebroso, La tentación de la inocencia, de Paul Bruckner, que contiene un ensayo de apenas tres páginas que es un ejemplo de lucidez: De la victimología comparada: Israel y Palestina. Disculpe en lector la longitud de la cita: “¿Qué frenaba hasta el otoño de 1993 cualquier posibilidad de acuerdo entre el Estado hebreo y los palestinos? El hecho de que unos y otros se consideraban titulares de la explotación máxima. Ya solo tenían una tierra para dos pueblos y he aquí que, para colmo, se disputaban el monopolio de la desgracia absoluta (…) Ambos venían a decir: somos los más desgraciados, por lo tanto, tenemos todos los derechos, y nuestros adversarios, ninguno”.

La narratología del milenario sacrificio judío se ha transformado en un ejemplo para todos los pueblos, incluso para los que combaten a los judíos o para aquellos que el feroz espíritu de supervivencia judío aniquila. Los portavoces palestinos hablan de matanza sistemática, de odio supurante, de crueldad demoniaca. Desde hace más de veinte años también se emplea la palabra genocidio para describir el trato de los judíos a los palestinos de Gaza (cuya población casi se ha triplicado desde finales del siglo pasado).

Toda esta fraseología, toda esta emulación verbal y simbólica de la Shoah, enfurece todavía más a los judíos, incluso a los más críticos con su Gobierno y el ardor guerrero desplegado por la derecha y casi siempre apoyado, con firmeza o con resignación, por la alicaída izquierda israelita. La derecha israelita, el Likud, se ha deslizado rápidamente hacia posturas reaccionarias. Lo suficientemente reaccionarias como para conservar el apoyo político y parlamentario de los pequeños grupos ultraortodoxos.

Lo cierto es que este bloque de derecha laica y ultraderecha religiosa ya ha dejado claro su propósito de erosionar la autonomía del Estado frente a los rabinos, la separación de poderes y la admisión de un diálogo con los palestinos. El Likud ni siquiera reconoce plenamente a la Autoridad Nacional Palestina, aunque mantenga relaciones más o menos normalizadas con ella.

El pasado enero el Tribunal Supremo de Israel anuló –por la mínima – la principal ley de la reforma judicial que Benjamín Netanyahu había aprobado el pasado año. Una ley que proponía, sin más, sojuzgar al poder judicial. Para empezar, dándole al primer ministro la facultad de desactivar cualquier revocación decidida por el Supremo. Muchas decenas de miles de judíos se manifestaron varias veces en las calles contra esta arremetida contra los pilares de la democracia parlamentaria.

Israel Katz es uno de los halcones del Gobierno judío, por supuesto, que para eso es ministro de Exteriores de Netanyahu. Aunque fue un descubrimiento político del entorno de viejo Ariel Sharon, Katz se inclinó rápidamente hacia el ala más derechista del partido, que liderada Netanhayu, y en esa posición no se ha movido en los últimos veinte años.

Como casi todos los políticos israelitas ha tenido una amplia experiencia militar, decidida por él mismo, que se apuntó voluntariamente a la milicia y terminó su ciclo en las Fuerzas Armadas siendo oficial de una de las más prestigiosas brigadas paracaidistas. Después se licenció en leyes y se ha dedicado íntegramente a la política, como diputado y ministro de los Servicios de Inteligencia, de Transporte y Seguridad Vial y de Agricultura y, desde pasado enero, de Relaciones Exteriores. En calidad de tal ha debido defender a cara de perro la agresión de su Gobierno contra Gaza y sus habitantes. Poquísimos le critican por eso en Israel, y tal vez por eso mismo se ha lanzado con furia mosaica contra el Gobierno español por el pecado de haber reconocido el Estado de Palestina. Lo malo es que no está simulando nada.

Katz y su primer ministro creen que esta es una agresión repugnante e intolerable contra los israelitas y no lo van a disculpar en mucho, mucho tiempo. La próxima semana cerrarán el Consulado General de España. Sin temblarles el pulso.