Opinión | LIMÓN & VINAGRE

Ben Gvir: los tiros, a la cabeza

El ministro israelí de Seguridad Nacional propugna el antiarabismo, pertenece al Gobierno más ultra -y genocida- que jamás haya tenido Israel y es partidario de disparar balas a la cabeza de los prisioneros palestinos

Itamar Ben Gvir.

Itamar Ben Gvir. / EPE

Tiene aspecto del típico niño faltón, antipático, torpón, pelín gordinflas y pedante, que ni siquiera saca buenas notas, al que nadie elige en el recreo para su equipo de fútbol. Resentido, se va a un rincón a robar una merienda y se dedica a elucubrar venganzas. Y a pensar en cómo exterminar al que ha traído la pelota, al profesor y al hábil futbolero que se sienta en el pupitre de al lado. Hay muchos así, pero afortunadamente no todos eligen refugiarse en el nacionalismo canalla. Se llama Itamar Ben Gvir y es el ministro israelí de Seguridad Nacional y líder del partido de derecha radical Otzma Yehudit (Poder Judío), que tiene seis escaños de los 64 que componen la mayoría gubernamental. Y ha dicho que se deberían disparar balas a la cabeza de los prisioneros palestinos, en lugar de darles más comida.

Ya en 2003 propuso una ley de pena de muerte solo para palestinos, norma que llegó a ser considerada en el Parlamento israelí, aunque no llegó a lo que se denomina tercera lectura, que hubiera supuesto su validación. Ben Gvir es un odio con piernas. Abogado nacido en 1976, está casado y tiene cinco hijos. Se ha enfrentado a numerosas causas judiciales y se ha visto envuelto en incidentes violentos.

No lo llamaremos botarate no vaya a ser que para algún lector este adjetivo tenga connotaciones simpáticas. Algunos medios israelíes recuerdan con frecuencia que Ben Gvir tenía una foto de Baruch Goldstein, quien masacró a 29 musulmanes en la Tumba de los Patriarcas en 1994, colgada en su casa. Hijo de un judio irakí y una judia kurda, propugna el antiarabismo y pertenece al Gobierno más ultra -y genocida- que jamás haya tenido Israel. Gobierno en el que por fortuna, su tendencia, aún siendo muy conservador, no es la mayoritaria.

Usualmente defiende a colonos judios en su calidad de letrado y también a jóvenes que protagonizan agresiones a palestinos. En no pocas ocasiones ha protagonizado incursiones provoconas en barrios árabes de ciudades como Jerusalén. Ben Gvir controla desde su cartera ministerial a la policía. E interfiere en ella con asiduidad. Sonoro fue el escándalo que protagonizó enviando una carta al jefe policial israelí diciéndole que no estaba de acuerdo con su manera de dirigir el cuerpo. La oposición bramó pero eso solo hizo sonreir a nuestro protagonista, que cree que la policía es muy blanda cuando reprime en Tel Aviv las protestas contra la guerra de Gaza. En su ánimo está que se facilite y desburocratice la concesión de licencias de armas para los colonos judios pero no solo para ellos.

Vamos a recordar sus palabras, las que motivan este texto y lo traen a la actualidad mundial y mediática. Por si acaso no las ha captado usted al principio del artículo por irrupción de publicidad, distracción cafetera, inoportuna interpelación del jefe o abrasiva llegada de un guasap: "Me preguntan si los presos palestinos deben recibir comida... y yo digo que los prisioneros palestinos deben ser asesinados de un tiro en la cabeza".

Así, en un comunicado que fue televisado. Un comunicado. O sea, nada de un calentón. Algo meditado. Israel tenía todo el derecho del mundo a la legítima defensa tras el ataque terrorista que sufrió, pero la respuesta es desmedida, genocida y horripilante. Sus ideólogos son gentes como Ben Gvir, que hace indefendible la política de Israel por mucho que haya sido una democracia roedada de autocracias.

Gente que callada parece un inofensivo empleado de banca con ganas de redesayunar en la cafetería de la esquina en cuanto usted termine de preguntar por la domiciliación de la nómina o las ventajas de contratar un seguro de decesos. Pero no es así. Y va camino de representar a una gran parte de los israelíes. Ojalá fuera solo un bocachancla. Es peor. Es partidario de la acción. Y la ejerce.

El mundo contiene la respiración pero él no controla su verborrea. “No podemos permitir que mujeres y niños se acerquen a la frontera... cualquiera que se acerque debe recibir un balazo”. Los populistas, extremistas y facciosos europeos, y norteamericanos, son angelitos de la guarda en comparación con estos. Aunque si llegan al poder tal vez comprobemos que no hay tanta diferencia.