Opinión | POLÍTICA

La derechización de Europa

Todavía no hemos sido capaces de detectar, analizar y explicar cuáles son las causas que subyacen a este aumento electoral

Alvise Pérez (c) ejerce su derecho al voto en las europeas.

Alvise Pérez (c) ejerce su derecho al voto en las europeas. / aúl Caro.

Europa se escora hacia la derecha. Y la inclinación de ese gran buque que es el Parlamento Europeo está causada más por la fuerza del viento de extrema derecha que por el crecimiento del Partido Popular Europeo (PPE). Este logra mejorar en diez escaños su representación actual confirmándole como el principal grupo en el Parlamento. Pero este crecimiento es casi la mitad de lo que aumentan las formaciones extremas de la derecha. El grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (CRE), en el que se inscribe Hermanos de Italia, el partido de la actual presidenta italiana Giorgia Meloni, o Vox, logra incrementar cuatro europarlamentarios. Identidad y Democracia (ID), en el que se adscribe Agrupación Nacional, el partido de la líder política francesa Marine Le Pen, mejora en 9 eurodiputados su presencia actual. Entre estos dos grupos suman 131 eurodiputados, superando al de los liberales que actualmente cuentan con 79 escaños. Pero superarían al grupo de los socialdemócratas si a esos 131 parlamentarios se les añade los 15 diputados del partido ultranacionalista alemán, el AfD, y los 11 del Fidesz, del primer ministro húngaro Viktor Orbán, ambos en el grupo de los no adscritos después de haber sido expulsados del ID y del PPE, respectivamente: 157 frente a los 135 de S&D.

Es cierto que no todos estos partidos que conforman los dos grupos de extrema derecha o que forman parte de los no inscritos tienen intereses comunes. A veces incluso contradictorios, algo que, por cierto, también ocurre con la propia denominación de sus agrupaciones que son claros ejemplos de contradictio in terminis. Es un oxímoron ser conservador y reformista al mismo tiempo, y la identidad tal cual la entienden estas formaciones políticas sin duda choca con el concepto de democracia liberal que entiende el resto. No obstante, lo que en la mayoría de las ocasiones hace fuerte a estos grupos es que en política europea ponen el foco en aquello en lo que coinciden y dejan en un segundo plano (esto es, para la política nacional en cada uno de sus respectivos países) aquello que les separa.

En todo caso, lo más preocupante de este crecimiento lento pero constante de la extrema derecha en Europa es que todavía no hemos sido capaces de detectar, analizar y explicar cuáles son las causas que subyacen a este aumento electoral. Por qué son cada vez más los ciudadanos que no se sienten representados por los partidos políticos de corte democrático. Por qué estos no dan con la clave para canalizar las necesidades y demandas de una parte importante de los electores.

En el caso concreto de España, el desconcierto es quizá incluso mayor que en otros países de la Unión Europea. Al partido referencia de la extrema derecha le ha surgido un competidor que según las encuestas previas a estos comicios europeos, ha sido capaz de atraer al 20% de sus votantes de las elecciones generales. Hasta ahora teníamos una explicación para el crecimiento de Vox en estos últimos años como escisión del PP: la cuestión catalana, el auge del movimiento feminista como actor político, la identidad y la inmigración o su posicionamiento anti-establisment eran los temas principales sobre los que basaba sus apoyos. Y, en este sentido, estas últimas europeas parecían unas elecciones propicias para los de Abascal dado que la cuestión migratoria centraba los discursos de campaña en muchos países. Los planteamientos antimigrantes de los partidos de extrema derecha incomodan a sus rivales políticos de la derecha moderada, algunos de los cuales, se han visto tentados (o directamente han caído en la tentación) de endurecer sus discursos sobre este tema.

A falta de los estudios postelectorales, los sondeos previos y los propios resultados electorales nos permiten aproximarnos al perfil sociodemográfico del votante de SALF. Sus mejores resultados los ha obtenido en provincias del sur de España como Málaga, Almería, Cádiz o Sevilla. Pero también en otras donde el PP y/o Vox ha obtenido siempre buenos resultados como Madrid, Murcia o Guadalajara. Y dentro de estas provincias, en ciudades intermedias situadas en el entorno de las grandes urbes y donde se registran mayores niveles de desempleo. Atrae a un público mayoritariamente masculino, joven (menor de 45 años) e ideológicamente situado a la derecha.

Conocemos el perfil del votante de SALF, pero no las causas que llevan a votarle. Cómo es posible que en un momento como el actual en donde los ciudadanos reclaman mayor transparencia y rendición de cuentas, en el que hay demanda de certezas ante un futuro lleno de claroscuros, un partido como el de Alvise Pérez haya logrado 800.000 votos con una campaña centrada en redes sociales sin presencia en medios de comunicación tradicionales, sin un programa electoral, aplicando tácticas “trumpistas” y con el esbozo de unas medidas cuanto menos estrambóticas que en nada ayudarían, de aplicarse, a mejorar la vida de la mayoría de las personas, que es de lo que en gran parte va la política. En este sentido, sin duda, se ha saltado los manuales de comunicación política. Pero no debemos caer en la condescendencia porque esto no haría sino agrandar el problema. En este contexto de incertidumbre y desafección política, urge una profunda reflexión sobre las causas subyacentes que están impulsando a una parte significativa del electorado a buscar refugio en opciones políticas extremas. Más allá de simplificaciones y eslóganes fáciles, se impone un análisis riguroso y matizado que ahonde en las raíces socioeconómicas y culturales de este fenómeno. ¿Qué fallas estructurales de nuestros sistemas democráticos están siendo explotadas por estos nuevos actores políticos? ¿Qué anhelos y temores movilizan a sus votantes? ¿Cómo reconstruir la confianza en las instituciones y fortalecer la cohesión social en un contexto de creciente polarización? Solo afrontando estas cuestiones con honestidad y valentía, y articulando respuestas políticas audaces e inclusivas, podremos conjurar el riesgo de una involución autoritaria en Europa. Que no suene a tópico: el futuro de nuestra democracia está en juego.